Capítulo 18: Entrega

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—¿Mgh?—se removió un poco debajo de las sábanas. Se incorporó, mirando su habitación. Recordó lo ocurrido la noche anterior—. ¿Vegeta se habrá ido ya?

Por mera curiosidad bajó a la cocina y a la sala, pero no se encontraba en ningún lugar. Como último recurso salió a la parte trasera de la casa, donde solían entrenar a veces. Lo encontró sentado en el suelo, viendo pensativamente al suelo. Caminó despacio hacia él y se sentó a su lado.

—Vegeta, ¿te encuentras bien?—el más bajo soltó aire—. Puedes hablarlo conmigo.

—Estoy pensando cómo disculparme con mi madre por lo que le dije ayer, eso es todo—miró al Son y soltó un gruñido bajo—. Kakarotto, siento que me has contagiado tu tranquilidad. No me agrada tanto la idea de ser muy amable.

—¿Eh?—sonrió y bajó la mirada—. ¿Por eso tu mamá no se enoja porque pasas tiempo conmigo? Anoche... ella dijo que esperaba que pasando tiempo conmigo te corrijas.

—Porque desde que entraste a mi vida dejé de dar problemas—el menor se sonrojó—. Haces que me tranquilice. Además, si llego a perder el control tengo la seguridad de que podrás detenerme.

—Vegeta... ¿Quieres que te acompañe a tu casa?

—Iba a pedírtelo—sonrió—. Gracias.

—Yo... De nada—empezó a reír nerviosamente—. ¿Te parece si desayunamos?

***

—Te pido una disculpa por haber salido de la ciudad sin permiso, por preocuparte, e incluso haberme ido después de que regresé. También por haberte alzado la voz—dijo el joven con una pequeña inclinación hacia adelante, mientras su mirada estaba en el suelo y sus brazos a sus costados. Pedía una disculpa apropiadamente.

—¡Me tenías muy preocupada! ¡Tenía miedo de que te ocurriera algo!—dio una buena bofetada al rostro de su hijo, quien sólo siguió con la mirada al suelo—. No me perdonaría que te pasara algo—abrazó aquel cuerpo bajito—. Me asusté, ¡no vuelvas a hacerlo!—el menor sólo dejó sus brazos a sus costados, siendo abrazado por la mujer.

¿En serio fue tan brusco la noche anterior como para que, en ese momento tras una disculpa, ella rompiera en llanto? Tal vez sí, quizá sí se había excedido. O quizá era eso más el miedo de que recayera en su dolor emocional. No era secreto que, tras la muerte de Kyabe, él había caído en un estado de aislamiento y descuido a su persona; donde las peleas callejeras, pleitos y poco control de su ira se habían disparado.

¿Cuántas veces su madre no había entrado a su habitación encontrándose con la sorpresa de que su hijo había saltado por la ventana y huído a quién sabe qué lugar? Claro que para la mañana siguiente ya estaba una vez más en su alcoba. ¿Pero y ese miedo que la tuvo en vela toda la noche? Además, todavía estaban esas llamadas de atención, del director de la escuela o de uno que otro guardia de seguridad de un lugar público que lo detuvo en un conflicto.

Otro aspecto importante era que, al parecer, tener el peor hijo de la familia la afectaba emocionalmente. Como madre, ¿qué tan duro era escuchar por sus hermanos, cuñados o tíos, frases como "tu hijo es un delincuente"? A él le afectaba, le molestaba que la clase de insectos que le tocaron como familia no entendieran sus razones para actuar como lo hacía; pero al final la única solución que tomaba era aislarse para dejar de escucharlos y seguir en su lucha. ¿Pero ella?, ¿cómo ignoraría las voces de todos aquellos que hablaban mal de un ser que nació de ella?

Esa mujer estaba pasando por mucho, con miedo de que su hijo un día termine en la cárcel, o que se meta en problemas con las personas equivocadas y le hagan daño. Y ahí, en ese momento, fue capaz de demostrar todos esos sentimientos que guardaba, pero que nunca había podido comunicar con su hijo por la austeridad de su voz o por su alejamiento. Porque, claro, Vegeta solía mantenerse distante de su propia familia depende de su manera de sentir.

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