Capítulo 12: Ilusión desvanecida

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—Vegeta...—repitió en un susurro. Miró el emparedado y mordió despacio, saboreándolo—. Si no le digo a Vegeta quién soy, puede que se enoje después. O peor, todos pueden burlarse de él por estar pasando tiempo conmigo. Debo decirle, aunque...—levantó la mirada sólo para mirarlo unos segundos, después volvió a bajarla—. No quisiera que pensara en mí de aquella manera. Quisiera que por lo menos ante los ojos de alguien, aquello nunca hubiera ocurrido.

—¿Quieres?—ofreció el Saiyan de un botecito que contenía uvas. El Son negó con un gesto. Abrazó sus piernas, el más bajo sólo siguió comiendo.

Lo mejor será que tome distancia con él. No quisiera que él viviera lo que yo cuando no tiene la culpa de nada...

—Creo que es momento de regresar al salón—comentó el más bajo mostrándole la pantalla de su teléfono—. Casi comienza la última clase.

—¿Eh? Claro—susurró. Iba a levantarse pero notó que el pelinegro extendía su mano hacia él. Extendió su brazo tembloroso y tocó la mano del más bajo. La sostuvo fuerte y se ayudó con ella para ponerse de pie.

¿Hace cuánto alguien no tocaba su mano sin sentir asco o exagerar diciendo "que le iba a pegar algo"? Recordaba cuando se aislaban de él, llamándolo raro, diciéndole que era un fenómeno. Quejándose de que tenía una enfermedad y que por el contacto físico se le transmitiría.

—Anda, vamos—animó Vegeta comenzando a caminar.

Goku lo siguió con la mirada en el suelo. Sentía un nudo en la garganta, un choque de emociones lo invadió. ¿Qué no había dicho una vez aquella chica que le daba asco el acercarse a él? ¿O qué había de aquel otro muchacho que en una ocasión le extendió su mano para ayudarlo a levantarse, pero cuando apenas se incorporaba lo soltó y cayó al suelo, para burlarse así de él?

Él no haría lo mismo, ¿o sí?—dejó de preguntárselo cuando llegaron al aula y tomaron asiento—. Sea como sea, lo mejor es olvidarlo y alejarme de él. De todos modos no creo que note mi ausencia.

La última clase del día continuó sin inconvenientes. El Son sintió aquellos momentos afuera con Vegeta muy especiales, era poca la gente que tenía esa clase de gentileza con él. Una parte de él quería mantenerlo con él, pero temía que cuando se enterara lo odiara fuertemente. Porque para entonces ya le tomaría cariño y sería más difícil para él.

Tan sólo el timbre sonó y la mujer abandonó el aula, tomó sus cosas y se encaminó a la salida. Sintió los pasos del Saiyan muy cerca de él. Sólo era coincidencia, se dijo desencadenando su bicicleta y notando que él también tenía una. Guardó su cadena en la mochila y salió de la escuela. Se montó en ella y rápido se fue.

El viento era fresco, su cabello se alborotaba conforme avanzaba. Sintió su cuerpo tensarse conforme continuaba pedaleando. Pronto entró a la calle que daba a su casa, esa que tenía una extensión de casi cuatro kilómetros y la frecuencia de las casas iba disminuyendo conforme se adentrara a la Montaña Paoz. Se armó de valor cuando faltaba menos para llegar a su hogar, hizo un giro inesperado y se detuvo, encarando a aquella persona que lo acompañó a corta distancia.

—¿Por qué me estás siguiendo?—se percató de que el más bajo casi caía al detenerse abruptamente.

—No te estoy siguiendo—Goku notó cómo una venita se sobresaltaba en su frente cuando el más bajo se molestaba. Confirmando que la había visto cuando se enojó con Barry.

—¿Entonces...?—bajó un poco la guardia.

—Me mudé hace dos semanas—pedaleó, Goku lo imitó y ahora fue a su lado.

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