Capítulo 7: Agresiones

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Iba demasiado decidido cuando tomó aquella decisión de no causarle más molestias a su madre. Le dolía en el alma haber sido el responsable de la separación de sus padres, de que Bardock decidiera llevarse a Raditz, de que la mujer cada vez se sentía más culpable por su situación cuando el único responsable era él.

Terminó de ducharse y salió, esta vez con un rostro serio, pero a través de sus ojos negros se podía divisar la tristeza que cargaba. Sin ánimos de hacer alguna tarea, o siquiera para jugar algún videojuego, se metió debajo de las cobijas. No tardó en quedarse dormido, su cuerpo trataba de suprimir aquella depresión con un profundo descanso.

***

Nunca, nunca se imaginó que así sería su condena. Habían pasado ya varios meses desde que ese primer incidente, donde lo llevaron al baño para golpearlo, ocurrió. Y ahora, en pleno mes de abril, aquellas bromas habían aumentado de intensidad. En un inicio sólo eran pequeñas burlas, algunos empujones, o incluso robarle algunos de sus útiles escolares (cosas pequeñas, como borradores o lápices).

Pero conforme el tiempo pasaba, sus agresores se animaban a ir más lejos. Los leves empujoncitos habían pasado a ser golpes y puñetazos, los cuales habían dejado moretones y marcas en su cuerpo que cada día le era más difícil ocultar. Era como si quisieran castigarlo de forma anticuada por aquel error que cometió en el pasado.

Además, si antes sólo eran ocasionales, ahora todo aquel daño recibido era casi a diario. Y para su desgracia, siempre que había un espectador, éste optaba por callar, observar, pero jamás intervenir, dándole a entender al Son que estaba de acuerdo en que ocurriera aquella tortura.

Tal vez el error del Son residía en que por más que ponía resistencia durante el ataque, jamás hizo algo después para solucionarlo. Es así como aquel sadismo de ese grupo de bullys iba en aumento, perdiendo el poco humanismo que tenían y mostrar cómo la gente podría ser más violenta ahora que se le daba un cierto permiso.

Goku tomó un poco de aire antes de guardar sus útiles escolares en su mochila y salir, habiendo esperado el tiempo suficiente para que el resto del grupo saliera. No era la primera vez que lo hacía, empezó cuando notó cómo, a modo de ofensa, se hacían a un lado cuando se acercaba un poco a ellos "por miedo a que les pegara algo". Hijos de...

Maldecía siempre la gran homofobia que infestaba esa sociedad. Era muy pequeño el número de personas que aceptaban que dos individuos se amen sin importar su sexo. Pero en pleno siglo XXI hasta era absurdo cómo esa mentalidad seguía: uno de cada mil varones nacía doncel.

La naturaleza, luego de millones de años de evolución, les había presentado la forma perfecta para la aceptación de relaciones entre dos chicos. Pero, ¡sorpresa! A nadie le interesaba lo que Mamá Naturaleza les había brindado en bandeja de plata. Aquellas estupideces de que "al hombre le debe gustar la mujer" prevalecían.

¿Hasta cuándo cambiarían? Se sentía tan miserable. Y ni hablar de cómo vivían los donceles...

Recordaba ocasiones en las que leía en las notas del periódico acerca de chicos que se suicidaban por las agresiones que tenían por ser donceles. Y, como siempre, las críticas se dividían en dos: quienes se sentían mal por lo que le pasó pero que nunca hicieron nada por remediarlo, y los que opinaban que era lo mejor.

O el colmo de la hipocresía de una sociedad: cuando había una persona de alto status social, como político o perteneciente a una familia con muy altos ingresos, y era adulado públicamente sin importar si era doncel, hombre, mujer, homosexual o hasta asesino. Lo llenaban de halagos sólo por ser ricos o importantes en algún puesto. ¿Y qué había de la gente de clase baja o incluso media?, eran señalados, juzgados: si no eres importante, hay algo malo en ti. Idiotas.

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