Isidora

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— ¿Estás más relajado? — Eiji acariciaba su cuello, con recelo hacía mí. — ¡No me mires así! ¡Lucías como loco, fui sensata al utilizar una aguja para proporcionarte la medicina!

Él gruñó. — Pero igual me dolió, estúpida.

— ¿Insultas a tu salvadora? — Me mofé y él volvió a resoplar de puro disgusto. Lucía más calmado que hace un par de minutos: su cuerpo aparentaba volver a su temperatura normal, pero aun así temblaba terriblemente por la ropa mojada que llevaba. — ¿Te sientes mejor?

Clavo sus ojos oscuros en mí de nuevo, sin ninguna gota de confianza en mí. — Sí... — Mordió su labio inferior, deseando decir algo más; pero nada se escapó de su boca.

Asentí, incomoda por el silencio que había nacido entre nosotros. — Por cierto, lo siento... — Él levanto una ceja. — No sabía que Jules y tú eran... ¿pareja o se identifican de otra forma?

Eiji arrugo su boca con desagrado. — ¡No somos nada! ¡Tu amante es un parásito que siempre acaba causándome problemas! — Gritó, señalándome como si tuviese la culpa.

Pero no pude evitar soltar una carcajada pura ante la tontería de sus palabras. — ¿Amantes? ¡Ja, ese idiota no está a mi altura para poder lograr tener a un ser tan bello como yo! — Limpié la lágrima que había salido por el ataque de risa. — ¡Jules y yo somos hermanos! No compartimos sangre, ambos somos adoptados.

— ¿Ah? — Levantó las cejas de la sorpresa, para luego voltear su cabeza con la barbilla en alto. — No, ¡no me interesa él! — Dijo, aunque pareció decírselo más a él, que a mí.

¿Acaso estos dos...? ¿Eran una pareja destinada?

No sé cuál de los dos me daba más lastima.

— Si vas a quedarte allí parada, podrías ir a buscarme ropa. Me estoy congelando, Molina. — Refunfuñó Eiji, luciendo muy divertido enfadado.

Me di la vuelta, saliendo de mi cuarto para que lo primero que me encontrara fuera Jules. Estaba sentado en el suelo y con su espalda pegada a la pared, cerca de la puerta de mi habitación, como un cachorro triste luego de ser regañado por una travesura suya.

Al verme, se levantó como un rayo y se acerco a mi lado, tomándome de los hombros. — ¿Cómo esta él? ¿Se encuentra bien, Isidora? ¿Qué hace aquí? ¿Por qué tú lo conoces? ¡Isid...!

Lo aleje de un empujón de mi lado, sintiendo mi furia burbujear en mi estómago. — ¿Qué fue lo que paso en la entrada?

— ¡Nada!

— ¡Tú y Eiji entraron en celo! ¡Intentaste tocarlo! — Lo arrincone con bronca en la pared, a pesar de que me llevaba más de una cabeza de altura. — ¿Cómo te atreves? ¡Se supone que me lo habías prometido a mí y a mamá, no dañarías a ningún Omega!

— No iba a hacerle daño... — Balbuceó, triste.

— ¡Ibas a tocarlo! — Toque su pecho con mi dedo, con aire de amenaza. — ¡Ni se te ocurra acertarte a Eiji, le das miedo!

— Pero... ¡él es mi...! — Apretó su camiseta, justamente en la zona donde se encontraba su corazón. Lucía triste y arrepentido. —... es mi pareja predestinada, Isi. Tenemos un lazo irrompible, no podría separarme de su lado sin morir de la tristeza...

¿Tan terrible y fuerte era el destino?

— Si vas tan seriamente con Eiji, lo último que deberías hacer es asustarlo, tonto. — Agregué, antes de dejarlo solo y moverme a la habitación de Jules, sacar la primera ropa cómoda que encontré, para luego volver hacia donde estaba Eiji esperándome.

Volví a entrar sin tocar, encontrándome con una sorpresiva escena. Eiji se encontraba dando la espalda a la puerta, estaba sin su camiseta y en proceso de quitarse los pantalones.

Pero lo que más llamaba mi atención eran las cicatrices, bastantes claras en la pálida piel del japonés: había claros rasguños esparcidos en su cintura, cicatrices nacían en su espalda y las que más sobresalían, eran las numerosas mordidas acumuladas en la zona de sus hombros y el cuello.

¿Él... había sufrido alguna clase de ataque?

 había sufrido alguna clase de ataque?

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¡No quiero tu amor! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora