Eiji

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— ¿Puedo saber qué haces en mi departamento? — Fue lo primero que dije al encontrarme con la visión de Isidora cargando un par de bolsas y sonriendo como maniática, en el marco de mi puerta. — Faltan largas horas hasta la fiesta.

— ¡Te dije que iba a venir para tener una tarde de amigos! — Se hizo paso por el lugar, mirando con mucho interés mi espacio, ignorándome completamente. — ¡Amigo, tu casa es gigante, no puedes ser barata! ¿Vives solo o compartes con alguien?

Suspire, cerrando la puerta y siguiéndola. — Mi familia es bastante adinerada, esto no es nada para ellos — Ella se lanzó en el mullido sillón, uno de los pocos muebles del salón, logrando que rechinara a todo volumen para mi disgusto. — Prefirieron dármelo para evitar cualquier enredo o problema con un compañero de cuarto. Sólo puedo mantenerlo a menos que tenga las mejores notas de mi generación.

Ella me miro con cierto aire de lástima. — Oh, eso explica mucho... — No pudo mantenerse quieta mucho, hasta que volvió a pararse de un salto y comenzó a moverse a ciegas hasta mi habitación. — ¡No podemos perder tiempo! ¿Ya sabes con lo que iras?

— ¿Eso importa?

Me miro, ofendida. — ¡Claro que importa! ¡Es lo más esencial, claramente! — Se zambullo dentro de mi armario, para revolver la ropa de dentro, mientras la observaba sin mucho interés. — ¿Te parece ir con ropa negra? ¡Yo traje un vestido negro de chupete! Tengo también un collar de protección oscuro, ¿tienes uno? ¡Iremos idénticos!

Atrapé sus hombros, buscando tranquilizarla luego de soltar ese mar de palabras sin orden o sentido. — Respira, Isidora, estás muy emocionada. — Ella enrojeció y sonrío de pura alegría.

— ¡Y tú muy indiferente, Eiji! — Atrapó unas perchas y las lanzo a mi abdomen. — ¡Pruébate esto! Yo iré a darle una vista a lo que me pondré yo.

— ¡Pero...! — Intenté retenerla, pero Isidora ya se había marchado hacia el salón y me cerró la puerta en la cara.

No podía con ese grado de intensidad.

Pero me vestí. Me coloqué una camisa y pantalones formales negros, las que eligió la misma Molina. En cuanto ella apareció, cargaba un vestido oscuro ceñido a su cintura, quedando ambos como una pareja combinada.

— ¡Estamos muy guapos, eh! — Chillo, saltándose a mi lado. Pero me observo confundida en cuanto estuvo más cerca. — ¿Y tu collar? Es peligroso ir a un lugar tan concurrido y con alcohol circulando sin protección, alguien... — No puedo acabar con su frase, pero sabía a lo que se refería.

<< ... podrían marcarte. >> Fueron las palabras no dichas, crueles y realistas para dos omegas.

Rasque mi cuello, acariciando las pequeñas cicatrices que cubrían la mayoría de la parte superior de mi espalda. Rememore los mordiscos y me ahogue en el sentimiento que siempre me atrapaba cuando recordaba el pasado: miedo, tenía mucho miedo.

Pero era orgulloso.

— No me gustan los collares, me hacen sentir vulnerable y notorio. — Murmuré e Isidora sólo se dedico a observarme con un empático silencio.

 — Murmuré e Isidora sólo se dedico a observarme con un empático silencio

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¡No quiero tu amor! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora