Eiji

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Detesté la fiesta desde el momento que puse un pie en la acera frente de la casa. 

Había mucho ruido, demasiados borrachos desperdiciados en el suelo, gente casi haciéndolo a la vista de todos y una exorbitante cantidad de feromonas inundando el ambiente sin pudor.

¿Quería irme? ¡DIOS, SÍ!

Pero... sólo necesitaba observar a Isidora feliz, tomándome de la mano y arrastrándome por todos lados con una gigante sonrisa.

Quién hubiese pensado que le tomaría tanto cariño a esta rubia de pacotilla.

— ¡Isidora! — Una voz grave se hizo oír entre el incesante ruido. Y detrás de nosotros, un muchacho era empujado por un grupo para acercarse.

Él se veía claramente tímido, mientras que Isidora lucía como en que cualquier momento sufriría dolor en sus mejillas de tanto sonreír. Iba a dar un paso hacia adelante para hablarle, pero nuestras manos unidas le recordaron que yo también estaba allí, juntos.

Ella negó, intentando volver a mi lado, pero yo acaricie sus rizos dorados. — Esta bien, puedes ir. Mientras no te metas en problemas.

— ¡Oh, Eiji! — Su mirada triste volvió a iluminarse, acercándose para darme un estridente beso en mi mejilla para caminar hacia el chico.

Di un suspiro de cansancio. Quiero irme, pero no la puedo dejar que vuelva sola a casa.

Resignado, me apoye en una pared cercana a Isidora y sin quitarle un ojo encima al par, comencé a revisar mi celular sin mucho interés. Abrí mi buzón de mensajes, sorprendiéndome de encontrar uno en especial.

Era mamá.

Era raro que me hablara por voluntad propia, por lo cual: lo abrí por pura curiosidad.

Me arrepentí al primer segundo de hacerlo.

<< Tu hermano cumplirá años el próximo fin de semana, Eiji. Tu regreso y asistencia en la fiesta es obligatorio. No faltes. >>

Sentí un incesante deseo de vomitar, aunque mi estomago se encontrase vació.

El mundo conspiraba para joderme, no deseaba que fuese libre. Primero un Alfa, insistente por estar a mi lado y que me debilitaba como un idiota cada vez que estaba cerca o me tocaba; y ahora, la idea de volver a casa.

Adentrarme a la boca del lobo, sin saber si volvería a Inglaterra.

Quería olvidar, gritar, golpear. Y antes de darme cuenta, atrapé un vaso con contenido totalmente desconocido y lo vacié sin dudar en mi boca.

Uno se volvió dos, apareció un tercero y luego, perdí la cuenta...

Uno se volvió dos, apareció un tercero y luego, perdí la cuenta

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¡No quiero tu amor! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora