El escape

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Azriel

Azriel jamás había cometido una imprudencia tan grande como esa. Quizás solo cuando intentó besar a Elain. Aun que eso no se comparaba a escapar con una completa desconocida.

¿Había hecho bien o podía retractarse y salir volando de allí? Vio su rostro por unos breves segundos mientras ella se metía al baño para vestirse. Vio el mismo rostro de apremio de Erin y supo que no podría vivir tranquilo si la dejaba allí. La Madre había sido muy cruel al mandarla con el mismo rostro de la hermana de Rhys, pero ya no había vuelta atrás.

Intentó ocultar sus preocupaciones con el manto de seriedad que lo caracterizaba mientras esperaba a que Alina se terminara de alistar. Salió de su vestidor con un vestido con corte en v (muy parecido al que tenia puesto esa misma noche) y una capa de seda. Az intentó no poner los ojos en blanco mientras decía con sequedad:

– Eso que llevas puesto no te abrigará a donde vamos.

– Es lo único que tengo. – Susurró con una mirada indiferente. Az tomó aire maldiciendo al bastardo de Eros.

– Ok, no importa. Si ya estás lista podemos irnos. – dijo impaciente. Sus sombras le decían que la gente ya estaba despertando.

Tenia un plan. El no podía utilizar sus sombras para sacarla de allí como si de tamizarse se tratara porque había sentido un glamour en en ese ambiente y sabía que podría levantar las alarmas si lo hacía, pero quizás ella si podía tamizarlos a ambos. Así que lo haría hasta llegar al bosque y a partir de allí, el la llevaría volando hasta las grietas que le permitirían saltar hasta Prythian. Un plan perfecto, solido y fácil de seguir.

– Tamízanos a las afueras de la ciudadela. Por el lado oeste. – Esta vez fue Alina la que no se contuvo y puso los ojos en blanco.

– ¿Crees que puedo tamizarme fuera del castillo? – preguntó con ironía. – Hasta salir caminando por esas puertas alertaría a Eros. – Az volvió a maldecir a ese Alto Lord en silencio. Después de todo Alina si era una esclava, aun que su jaula era un palacio y vestía de seda.

– ¿Entonces como pensabas que te sacaría de aquí? – preguntó con molestia.

– ¿No es obvio? – preguntó ella observando sus alas. Az tomó aire con fuerza y observó la ventana de su habitación. Lo suficientemente grande para que pudiera pasar por ella.

– Eros lo sabrá ¿verdad? Por más de que te saque volando. – sentenció. Alina se mordió el labio. La había descubierto.

– Le di algo de beber, lo sabrá, pero tardará en alertar a su gente. – Dijo con nerviosismo. Azriel negó con la cabeza. Llevársela era un error.

– Por favor Azriel, sino me llevas me terminaré matando. Por favor. – pidió con un quiebre en la voz que le hizo darse cuenta de que estaba conteniendo las lagrimas. Azriel tomó aire.

Que la Madre le ayudara.

Le extendió la mano y Alina corrió hacia él y sin mayor aviso lo abrazó con fuerza por la cintura. Az no pudo evitar sentirse incómodo, hace mucho no sentía el abrazo de una hembra. Ya ni si quiera Mor lo abrazaba así.

– No grites. – Le susurró mientras la cargaba y se dejaba caer por la ventana. Sintió como la joven evitó lanzar un alarido escondiendo el rostro en el pecho de Az mientras él alargaba las alas y se la llevaba.

Esperó que la noche los ocultara lo suficiente como para tener un poco de ventaja, pero habían salido tarde y el amanecer ya los asechaba, así que probablemente los cazarían antes de lo esperando.

Una Corte de Sombra y EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora