Primavera

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Azriel

La vio entrenar esas tres horas, tan duro, que por momentos pensó que se rendiría. Muchas que no estaban en forma se habrían rendido al cabo de media hora, pero ella no paró. Como si su cuerpo recordará, algo que su memoria aun no podía recordar.

– Quizás fue una guerrera en su otra vida. – Dijo Cassian a su costado.

– ¿A los 16? – preguntó Azriel escéptico. Ellos dos entrenaban a esa edad, pero no se aceraban a ser buenos. Sin embargo, Alina tenía las bases allí, lo veía en la forma tan grácil de moverse. Y en lo fácil que le resultaban los ejercicios aun que sus músculos lloraban por el esfuerzo.

– Quiero ver tu puntería. A ver si apuntas con esos brazos de gelatina. – Le dijo Cassian y le señaló los tableros de puntería. Alina lo fulminó con la mirada, mientras se secaba todo el sudor de la frente con su brazo izquierdo. Caminó con las piernas temblorosas hasta la zona de arcos y flechas. Se tomó su tiempo al tomar un arco y un carcaj. Se acomodó a 15 metros del anillo de puntería y respiró profundamente. – No vamos a esperar todo el día, gelatina. – Se burló Cassian. – Alina bufó con fuerza y lanzó su primera flecha.

La flecha calló en el centro negro, dejó a Azriel sin aliento. Básicamente todos allí se quedaron quietos por un segundo. Lanzó otra sin parar y esta vez calló más en el centró, y una más, cayendo a solo un centímetro de distancia de la segunda flecha.

Las muchachas hicieron sonidos de emoción, Cassian silbó asombrado y Azriel se quedó tan asombrado que sintió como su cuerpo se calentaba. No había nada más excitante que una buena guerrera y Alina definitivamente lo era.

– Calia me enseñó muy bien ¿no crees? – le preguntó desafiante y dejó el arco en su lugar. Azriel estuvo a punto de tomar su rostro y besarla por ese comentario. Cassian gruñó ligeramente, pero no por molestia, sino por asombro. Alina se lo había metido al saco desde que le ganó. Cómo la vez que Rhysand se ganó su amistad en aquella primera pelea en el campamento.

– Eres muy buena – habló Azriel con orgullo. Era casi tan buena como Feyre.

– Medio día de practica diaria tenía que rendir sus frutos. – dijo ella con una ligera sonrisa, haciendo que su corazón palpitara con más fuerza.

– No creo que tu puntería sea solo por ese mes de entrenamiento. – Le dijo Feyre detrás de ellos. Ella y Rhys se habían quedado a observar su entrenamiento y Alina ni si quiera se había inmutado por ello. Quizás porque sus bailes le habían mostrado algo que todavía no quería compartir.

– ¿No? ¿Piensas que quizás miento y entrené todo este tiempo con Eros?– Le preguntó con algo de molestia en la voz, haciendo que el cuerpo de Azriel se tensara. Feyre negó con la cabeza.

– Quizás antes de eso. En el otro mundo... – habló Feyre. – Lo veo en tus golpes, es como si tu cuerpo recordara. – habló, diciendo exactamente lo que él pensaba y quizás todos los que sabían que Alina venia de otro lugar.

Alina se encogió de hombros, notablemente incomoda.

– O quizás Calia me entrenó bien. – Se limitó a decir evasiva. Feyre solo asintió con la cabeza sin querer presionarla más.

– Veremos que puedes hacer con tu magia, quizás también recue...–habló Rhys

– NO. – Le cortó Alina. Todas las mujeres allí presentes la observaron con sorpresa. Alina se aclaró la garganta. – Estoy cansada, prefiero no hacerlo. – dijo con mayor control.

– Bueno. – se limitó a decir con una sonrisa melancólica, como si en Alina aún viera a la pequeña Erin, siempre negándose a hacer lo que su hermano le ordenara.

Una Corte de Sombra y EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora