Keir

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Alina

Alina y Rhysand habían planeado ese momento, desde que Alina compartió sus recuerdos y le mostró la guerra contra Eros. Ambos sabían lo importante que sería tener a los soldados de Keir (padre de Mor) como aliados. Tener a su legión de Portadores de Oscuridad era fundamental para que la guerra se ganara. Pero Keir no podía saber cuan importantes eran.

Alina no llegaba a entender como Rhys manejaba esas tierras si no tenía un verdadero ejercito unificado. Por un lado, un grupo de soldados simples, por otro los Portadores de la Oscuridad y por otro los Ilyrios. Todos vivían en los mismos terrenos de Rhys y Feyre, pero solo un grupo le daba su completa lealtad. Quizás, si todo salía bien, eso cambiaría ese día.

Feyre había mandado a vestirla con un vestido oscuro, ajustado al cuerpo y con un escote pronunciado. Encima de la cabeza, llevaba una pequeña corona, la misma corona que le había pertenecido a Erin y sobre ella, llevaba un velo oscuro que le cubría hasta los pies. Sería una sorpresa para la ciudad tallada. La primera de dos, pero la segunda no le agradaría en absoluto a Keir.

El nerviosismo comenzó a apoderarse de ella, haciendo que sus manos sudaran. A pesar de estar rodeada de todo el circulo de Rhys, se sentía sola. Se preguntó si ese futuro hubiese sido diferente al tener a Azriel a su lado. El macho no había aparecido desde el incidente del pantano. Y a pesar de que no sentía nada por él, no podía sentir curiosidad por como abría sido el futuro a su lado.

Sus recuerdos habían sido borrados y eso significaba que también todas las visiones del futuro que tenía con él se habían esfumado. Ahora el único guardián de esas visiones era Rhys.

Las puertas de hierro del gran salón se abrieron. El administrador de la Corte de Pesadillas los esperaba adentro, junto a sus sequito de altos fae y un par de docenas de soldados. Alina los observó a todos, cada uno más etéreo que el anterior. Como si la oscuridad y frialdad de ese lugar los hiciera más inmortales de lo normal.

Rhysand y Feyre entraron primero, mientras la gente les hacia reverencias hipocritas. Ambos se sentaron en los dos tronos iguales al final de la sala. Apenas lo hicieron, Rhysand los observó a todos con una frialdad glaciar, como si los fae allí existentes no sirvieran para nada. Y peor aún, como si Rhys fuera realmente malo.

– Te dije que quería un asiento más. – Habló Rhysand con voz autoritaria.

– Creí que su hijo era demasiado pequeño para un asiento. – Habló Keir, mientras todos en la sala callaban.

– El asiento no es para Nyx. – Dijo Feyre con sequedad. Keir no pudo evitar poner cara de confusión.

– Acércate. – Le pidió Rhysand a Alina. La hembra se acercó mientras todos la observaban. Su nerviosismo se esfumó en ese momento. Quizás por que estaba entrando en el papel.

– Cuando me dijiste que vendrías, no pensé que lo harías con una invitada. – Le dijo Keir a Rhys.

– No es una invitada, es tan dueña de esta corte como Feyre o yo. – Habló y esa fue la señal para que Alina se quitara el velo que escondía su rostro. Al hacerlo toda la gente comenzó a murmurar. La boca de Keir se abrió ligeramente.

– Imposible. – Susurró mientras Alina se sentaba en el trono.

– Milagroso, diría yo. – Habló Alina con la misma frialdad que había utilizado su hermano.

– ¿Co...cómo? – Preguntó Keir. Rhysand sonrió con frivolidad.

– No hemos venido a responder preguntas, hemos venido a disfrutar el baile antes de nuestra reunión mensual. – Se limitó a decir Feyre, haciendo que el macho bajara la cabeza a regañadientes y luego aplaudiera para que la música comenzara a sonar.

Una Corte de Sombra y EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora