El bar

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Alina

Calia era una hembra amable cuando estaba en su cuerpo fea, pero cuando estaba en su cuerpo real, aquella hembra era extremadamente aterradora. Y usualmente se mantenía en ese cuerpo cuando la entrenaba para la cacería. Por que como lo había dicho antes, no sabia cazar, pero Calia se había encargado de cambiar eso para que pudiera aportar en la cocina.

Alina se mantenía afuera casi todo el día, practicando a hacer trampas o con el arco y flechas que Calia le había dado. Porque no importaba si había pasado todo un mes o que Alina tuviera la única habitación con ventanas, ella no se atrevía a caminar libremente por ese castillo bajo tierra. No conocía el pasado de ese lugar, pero sabía que había sido muy malo, así que prefería no perderse en el.

– ¿No sería más fácil cazar con magia?– preguntó Alina uno de los primeros días. Calia estaba en su forma natural, pero Alina pudo notar como fruncía el ceño.

– Acabas de insultar al arte de la cacería muchacha. – respondió y Alina simplemente sonrió y lanzó la flecha.

De eso ya había pasado bastante y aun que ella amaba su arena activa, le había tomado gusto a sobrevivir sin magia, ni bailes que mostraran el futuro. Cuando ella cazaba, su cerebro dejaba de lado todos los malos recuerdos generados por Eros. Simplemente era ella y su presa.

– Bien, si pasas esta prueba, ya no tendré que acompañarte. – Le habló Calia ese día. Durante todo ese mes había cazado cervatillos, conejos y muchas ardillas. Pero esta vez la presa era algo que la podía matar. Un naga.

– ¿Si me ataca puedo usar magia? – Le preguntó. Calia puso los ojos en blanco.

– Si, pero no habrás pasado la prueba y seguiré siendo tu niñera. – respondió. Alina bufó.

– Esta bien.

– No regreses hasta atraparla. – le respondió la hembra mientras se convertía en niebla y desaparecida dentro de la montaña.

Le había seguido el rastro durante tres días enteros, comiendo solo carne seca y bebiendo agua de los arroyos. Ya no podía darse el lujo de seguir rastreando sin hacer movimientos, porque la carne seca ya se estaba acabando, así que decidió poner una trampa de sangre y pelos dentro de esa horrible cabaña abandonada.

Calia le había dicho que un día perteneció a uno de los antiguos seres que provenían de otras tierras. El nombre de esa hembra había sido Stryga y hasta que ella murió, Calia no se asomó por esos lares.

Bien, ahora que estaba vacío, podía dejar su trampa. Puso hasta una pequeña campana que le avisara cuando el naga callera. Se cortó parte de sus cabellos negros y también se hizo un corte en la palma de la mano para que callera sobre el suelo de madera de ese horrible lugar. Se vio tentada de quedarse allí para revisar todos los tesoros de Stryga, pero el hambre que tenia por terminar esa caza pudo más. Se alejó unos 100 metros y cubrió su aroma, trepándose a un árbol. Esperó paciente allí, hasta que escuchó la campana un par de horas después.

Era de noche, pero la luna iluminaba bastante bien el bosque. Alina corrió lo más rápido que pudo a través del bosque, tenia su arco y flecha cargados y aun que estaba emocionada, también tenia un poco de temor. ¿Qué pasaría si aquella bestia no había caído bien en la trampa y se escapaba? ¿Qué pasaría si aun no era lo suficientemente buena para cazar sola? Todas esas preguntas se aglomeraron en su cabeza mientras abría la puerta. Se quedó sin aliento al observar al naga colgado, intentando sacarse las cuerdas que lo mantenían aprisionado.

Cerró los ojos antes de que el animal le mostrara los peores terrores que ella podía ver y le lanzó la flecha. Escuchó el grito del animal mientras la flecha atravesaba su pecho. Volvió a lanzar otra, aún con los ojos cerrados. Esta vez escuchó como la flecha golpeó hueso. Abrió los ojos solo cuando dejó de escuchar movimiento y sonrió complacida al ver que el animal más grande que ella, estaba al fin muerto con una flecha en el pecho y la otra en el cráneo.

Una Corte de Sombra y EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora