Capítulo 3.

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VENGO A DECIRLES QUE CAMBIÉ LA HISTORIA A OMEGAVERSE. No me maten :( Quería escribir algo bonito. Así que los episodios anteriores serán corregidos. Aconsejo volver a leerlos cuando vean que están siendo actualizados. ♥

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—Siéntete como en casa—. Al entrar al edificio, supo que aquello iba en serio. Por alguna razón, su mente pensó que se estaba prostituyendo cuando aceptó la propuesta del hijo Manchester; pero, al final, era más serio de lo que aparentaba cuando huía de él.

El apartamento era... Muy diferente a lo que pensó. Él creyó que los ricos serían pomposos, como la mansión Manchester. En cambio, el apartamento tenía muebles, muy pocos, cubiertos con sábanas blancas. Enormes ventanales que dejaban entrar luz. Una silla frente a las ventanas que daban al mar, y un lienzo en blanco, al lado, una mesita de metal con muchas pinturas de óleo, aceite vegetal, y pinceles. Ray, en cambio, iba con ropa llena de pinturas.

—Gracias... —. Murmuró, caminando por el lugar hasta la silla—. ¿Tengo que hacer una pose o algo? —. Ray soltó una risita que lo ruborizó.

—No, solo quédate ahí cómo gustes.

Sintió, como si el pueblo ya de por si devolviera el tiempo, como él mismo viajaba en este a un lugar en donde las pinturas fuesen los retratos, y las fotografías ya no fueran tan utilizadas. Se sentó en la silla, y no supo qué más hacer.

Ray comenzó a moverse frente al lienzo, y vio como la mano larga y fuerte tomaba uno de los pinceles. Se concentró en mirarlo. Ray Manchester era un hombre atractivo, a su parecer; se movía con sigilo tras el tapiz a pesar de ser de corpulenta forma; veía como tras el enorme cuadro blanco salía la mano a la mesa de metal, y untaba con oleo un poco de la punta húmeda de aceite de la brocha. Era fascinante verlo manejarse de una forma tan prolifera tras esa fachada de hombre de negocios.

Por otro lado, Manchester sentía cada vez más dificultad al moverse. No solo era la presencia de Henry, sino la forma en que este, tan natural como era, se mostraba ante él. La luz que se filtraba por las ventanas lo delineaba por completo, y su respiración de ahogaba cuando este lo miraba por unos segundos, antes de apartar la vista, avergonzado. Era hermoso, y su fluidez artística esperaba no se viera opacada por las lascivas intenciones con la obra. No podía de nuevo arruinar un cuadro, menos cuando este parecía cobrar vida en el lienzo.

—Descansemos—. Dejó el pincel en un vaso de plástico con aceite vegetal para la activación del óleo; suspiró pesado, decidiendo que era momento de ir al baño, para hacerse cargo, en presencia del chico.

— ¿Está bien? —. Henry se había levantado de su asiento, y tenía una mirada preocupada en su rostro. Ray asintió.

—Solo me siento exhausto—. El chico se acercó al lugar en el que estaba, y soltó un silbido al ver la pintura.

—Qué talento—. Murmuró. Tenerlo tan cerca era jodidamente peligroso, y sentía que bien podría irse al infierno por pensar en tantos malos tratos hacia el cuerpo delgado del chico. El aroma era una cosa a parte: Suave, nada empalagoso, como un respiro de aire fresco nuevamente. Se alejó un poco, dejando el cuadro expuesto—. ¿Pasa algo? —. Henry no era idiota, y sentía esa increíble forma de alejarse que tenía Ray con él.

—Estoy cansado—. Gruñó, dando a entender un nudo que se formaba en la garganta. Tosió suave, para tratar de evitar ese sonido animal que se desprendía desde su garganta.

—Entiendo—. Henry solo asintió—. ¿Desea que me vaya? —. Por alguna razón, no quería que fuese así. Pero estaba seguro de que, de seguir con él allí, terminaría cediendo a su deseo de alfa de dominar a tan dulce chico.

A un imposible. |Henray|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora