Capítulo 25. |FINAL|

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—Te ves hermoso—. Su hermana estaba arreglando su corbata, con un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos. Henry se sentía de la misma manera, pero trataba de ocultarlo mientras la estilista arreglaba su cabello.

—Claro que lo hace, el traje fue diseñado por uno de los mejores—. La estilista estaba estirando su cabello lleno de rulos, peinándolos con algunas hebillas blancas con flores, pequeñas pero decorativas—. Además, el modelo es lo que ayuda a dar glamour—. Ella le colocó las manos en los hombros, dando por hecho el trabajo.

La puerta de la habitación se abrió, y por ella entraron Jasper, su sobrina y su cachorro. Ambos niños jalando de los brazos al mayor, hasta sentarlo en la cama.

—Crecen muy rápido—. Dijo Piper, suspirando al ver a los chicos.

Henry sonrió, tomando al pequeño Peach en sus piernas cuando este se acercó. Era igual a Ray, de ojos azules y mirada seca, con el cabello negro azabache pero lleno de rulos, descendencia propia. Aun así, Ray alardeaba de lo lindo que era al parecerse a Henry, pero no estaba tan seguro de eso, si era sincero. Peach parecía una viva copia de Manchester, y eso podía confirmarlo Camila, quien estaba encantada con el pequeño niño de tres años. Lo consentía en todo, hasta el punto de que Peach sabía lo mimado que era por todos en su entorno.

Desde Jasper y Piper que le cocinaban lo que deseaba, hasta Ray y Camila que compraban todo lo que el niño quería. Henry solía ser más estricto en muchas cosas, pero Peach lo amaba más que al resto de su entorno, tal vez por esa relación entre madre y cachorro.

— ¿En serio tienes que viajar? —. Le dijo el pequeño, con ojos tristes, tratando de manipularlo así. Henry le acarició el cabello azabache, antes de levantarse de su asiento, pues era momento de hacer una entrada triunfal.

—Es la luna de miel de tus papis, debes dejarlos—. Dijo Piper, y Peach la volvió a mirar con el ceño fruncido. Se apegó a su progenitor.

— ¿Qué es luna de miel y por qué no puedo estar ahí?

—Porque es ahí cuando tus padres te hacen un hermanito—. Piper y Henry miraron a matar a Jasper, que se hizo el loco trenzando el cabello de la niña de catorce que la pareja beta tenía.

— ¿Cómo harán eso? ¿No puedo ver? —. Imaginar a Peach viéndolos hacer el hermanito era la imagen menos agradable que le había llegado a la mente. Henry solo sonrió, forzado. Desde que tuvo al pequeño, pocas veces tenía tiempo con Ray a solas. Entre el trabajo y lo mimado que era Peach, difícilmente podían tener una vida sexual activa.

—No, Peach. Es algo que solo nosotros podemos hacer—. Las mejillas del niño se pusieron rojas de la rabia, apegándose al cuerpo de Henry. El chico suspiró, jamás iba a acostumbrarse a la vida de adulto que ahora llevaba.

Ray trabajaba en el Grupo M, Henry tenía ocasionales eventos en teatros de la ciudad, y le iba bien en ello; y cuando estaba en la mansión, se encargaba de tener a Peach con él, principalmente porque el niño lo seguía por donde fuera.

La organizadora del evento entró a la carpa.

—Llegó la hora—. Henry le pasó a Piper al pequeño, que se aferró al traje blanco de Henry, hasta que este le prometió que volvería a cargarlo cuando todo eso terminara.

Si bien hacía meses habían firmado los documentos que los hacían legalmente esposos, Camila deseaba una ceremonia, y no había nadie que pudiese hacer cambiar de opinión a esa mujer; así que ahora, tres años después de la propuesta de matrimonio, iban a tener una ceremonia por todo lo alto, dando con ello visibilidad a Henry Hart como la segunda cabeza del grupo M.

Jasper y Piper salieron de la tienda, dejándolo solo. Miró su reflejo en el espejo, tomando aire ante ello. Se veía bien, maduro a su parecer. Pero seguía sintiéndose como un joven de veinte y tantos que salió en busca de una mejor vida. Bueno, ahora no solo tenía una buena vida, más bien, la mejor.

Estaba casado con un hombre encantador, tenía un hijo adorable, tenía más amigos de los que jamás pensó hacer (los hermanos Downs, Jacob y la pareja de este, su asistenta). Era bastante más de lo que jamás pensó; siempre creyó que viviría una vida solitaria, entregado a su trabajo como artista. A veces todo se veía tan lejano, pero, nuevamente aparecía eso que le recordaba la realidad.

— ¿Estás bien? —. Miró por el reflejo del espejo a Ray, vestido a la perfección con un traje negro, y el cabello ordenado hacia atrás, dando visibilidad a su rostro. Él le sonrió, y Henry le devolvió el gesto.

—Solo... Estas cosas me abruman—. La primera vez que tuvo presencia con la elite fue cuando Ray lo llevó a una fiesta de negocios, y fue realmente incómodo. Pero le daba esperanza al notar como el mayor no tenía intención de dejarlo.

—Lo sé—. El alfa se acercó a acariciar sus hombros, girándolo. Quedaron frente a frente—. Podemos mandarlo a la mierda e irnos directamente a la luna de miel.

—Tu mamá invirtió mucho en esto.

—No tanto—. Para los ricos, podía no serlo. Ladeó la cabeza un poco, antes de soltar el aire reprimido en su pecho.

—Jamás pensé que me iba a casar con usted, señor Manchester—. Sentía esa opresión de nostalgia en su pecho. Ray lo abrazó, enterrando la cabeza en la marca que una vez le dejó a Henry en la glándula del olor. Ahora ambos estaban unidos de por vida, y no le molestaba la idea.

—Estamos igual. Jamás pensé que me iba a casar—. Siempre despreció eso, pero ahora estaba tan decidido a tener una vida eterna con la persona que amaba. Se alejó un poco, para poder alcanzar los labios del chico, suavemente—. Todo lucía tan imposible.

—Siempre lo ha sido—. Sonrió—. Soy un imposible.

FIN.


Los leo en las notas finales.

A un imposible. |Henray|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora