Capítulo 18.

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El dolor en su vientre estaba cesando, pero no dejaba de estar lo suficientemente cansado para rendirse a abrir los ojos. ¿Era siquiera necesario? Se sentía en paz completa, una a la que no estaba acostumbrado. Siempre pensando en su trabajo, en su estudio, en el dinero para irse. Ahora solo existía él, una cama demasiado cómoda para ser la propia, y el cálido exterior.

Por alguna razón, su mente deseó comer un melocotón. Recordó que cuando era niño, su madre hacía yogurt casero de melocotón, y el dulce se pegó a su paladar, deseando levantarse de la cama para ir por algunos duraznos.

Entonces, al abrir los ojos, se encontró en un cuarto que no conocía, y se levantó de golpe, asustado.

—Cuidado—. Escuchó la voz del alfa de sus sueños, y pesadillas, y dirigió su mirada a un pequeño comedor en ese enorme cuarto. El mayor se había levantado del mueble, frente a él, un portátil y un cenicero lleno de colillas. Quiso moverse en la cama, escapar, pero una punzada en su muñeca lo hizo girar a ver: Estaba canalizado a un aparato—. ¿Estás bien? —. El mayor se acercó al suero, y Henry se encogió al pensar que iba a tocarlo. Vio la dolida mirada de Ray, quien se detuvo—. Lo siento, no te tocaré.

— ¿Qué hago acá?

— ¿No recuerdas nada? —. No mucho, en realidad—. Te desmayaste en el aeropuerto, y te traje a la mansión en Manhattan. Pedí a un médico que te revisara, tuviste un bajón por el embarazo—. El alfa se sentó a su lado, mirándolo—. ¿Te sientes bien? Llevas dormido tres días.

— ¿Tres días? —. Murmuró asustado.

—Le pedí a una mucama omega que te limpiara, pensé que no querrías que te... tocara—. Estaba en lo cierto, y era extraño sentirse tan limpio, después de estar dormido tres días sin ir al baño. De alguna forma, recordaba las veces en las que dejó de soñar, y sintió vergüenza al pensar en haberse orinado encima.

—... Gracias—. Quiso moverse, pero otra punzada lo tiró a la cama—. Me duele... —. Ray se levantó, tomando el teléfono en la mesita de noche al lado de la enorme cama.

—Llamaré a que te revisen. Descansa, Henry—. El mayor marcó, hablando por teléfono con rapidez. Henry sintió esas enormes ganas de comer, y al ver al alfa colgar el teléfono, lo volvió a mirar—. ¿Pasa algo?

—Quiero comer—. Murmuró. Ray sonrió levemente, y se acercó al chico.

— ¿Qué quieres comer?

—Melocotón—. Fue una forma caprichosa de despertar, pensó que Ray iba a negarlo, no estaban en temporada. En cambio, se levantó, y dio un suave roce con sus dedos en los mechones rubios. Henry ronroneó ante el toque.

La puerta se abrió, y por ella entraron Liam y un hombre con bata y cabello canoso.

— ¿Cómo se encuentra, señorito? —. Preguntó el mayordomo.

—Quiere comer melocotón.

—Pero no estamos en temporada—. Dijo el anciano criado.

—Consíguelos—. Liam, sin poder negarse a las órdenes de su amo, asintió y salió de la habitación. El médico, un beta, se acercó al joven.

—Un gusto, señor Hart. Me llamo Daniel, seré su médico. Me especializo en omegas y su gestación, así que está en buenas manos—. El señor, Daniel, tomó una silla, sentándose al lado del chico en la cama—. Y bien, ¿cómo se siente?

—Me duele el vientre...

—El estrés puede afectar la gestación, por eso se recomienda un ambiente cálido para que el omega no se sienta afectado—. Irónicamente, estando en la casa de Ray no se sentía angustiado de ninguna forma. Cuando estuvo donde Richard, todos los días era la ansiedad de irse, y ahora, en la cómoda cama del alfa, solo podía sentir tranquilidad de poder descansar como era debido.

A un imposible. |Henray|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora