Capítulo 5.

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—No me sorprende que no sepas nada de nuestros géneros secundarios, este pueblo es principalmente de betas, uno que otro alfa, y los omegas podría contarlos con una mano—. Sofía le había entregado un té de manzanilla para pasar el cólico que se apoderaba de su abdomen. Ella había exigido que solo hubiera betas en la casa, así que no había podido ver a Ray para agradecerle desde hacía unos dos días. Su calor estaba bajando, y poco a poco solo quedaban los estragos de un fuerte celo.

—Aprendí poco de ello en la escuela, era conservadora así que no nos daban mucha información al respecto. Mis padres eran betas, mi familia es beta en su mayoría—. Él era el único con ese problema, además de una abuela que murió hacía más de treinta años. Recordaba que su madre siempre lo comparaba con ella. "Tienes la hermosura de un omega como tu abuela". Le hubiese gustado conocerla.

—Vives con tu hermana y su esposo, ¿verdad? —. Henry asintió—. Y estudias artes escénicas.

—Sí... —. Era un sueño ser actor, pero tan poco probable triunfar en él—. El otro año me iré—. Sofía lo miró unos segundos—. Del pueblo, digo.

—Eso sería bueno para ti—. Ella, cual madre, sonrió—. Estar en este lugar, y no conocer nada más, asfixia a lo mucho. Espero logres irte.

Sofía no era una mala mujer. Tal vez estricta y quisquillosa, pero lo trataba con ese amor poco real que conocía de otras personas. Desde que sus padres murieron, no sintió el verdadero pertenecer a algo, y eso podría deberse a que su hermana tenía su propia vida, y él no quería hacer mal tercio en ella.

A veces sentía que estaba solo en el mundo.

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Cuando Sofía dijo que ya se podía volver a la mansión, su tío y él dejaron la sucursal. Tenían suerte de que nadie sintiera las feromonas, además uno que otro beta inmiscuido, después de todo, Ray estaba excitado por el olor del chico, y agradeció que la mujer de su tío lo sacara de la casa, sino, terminaría cometiendo un delito. Nadie quería un rumor de abuso sexual a un omega, menos cuando los derechos de estos estaban cada vez más popularizados.

—Señor Manchester—. Cuando entró al cuarto, aún habían leves feromonas en el aire, y Henry olía increíblemente delicioso, demasiado bueno; tosió un poco para dispersar el aroma que ahora estaba impregnado por todo su cuarto. El chico estaba vestido, parecía a punto de irse—. Muchas gracias por traerme acá.

— ¿Te sientes mejor?

—S-sí. Solo fueron las feromonas, habían muchos alfas—. Henry estaba por irse de ahí, pero el mayor lo sostuvo del brazo cuando pasó a su lado—. ¿Pasa algo? —. Ray reaccionó por inercia, no quería dejarlo ir porque sí y nuevamente esperar cuándo tenía posibilidad de verlo. Si bien solo tenía un mes, eso ya no estaba complicándolo tanto como la necesidad de tener al chico con él.

— ¿Te puedo acompañar? —. Henry sintió que su corazón latía. No podía malinterpretar los gestos del mayor por su necesidad de sentir afecto por parte de otro.

—Sí, no hay problema—. Trató de quitarle importancia, mientras ambos salían al yate de los Manchesters. De ahí, una limosina los esperaba en la bahía, y Ray le abrió la puerta para que ambos entraran. Se sentía muy extraño tener atenciones de un hombre rico, más cuando este no dejaba de mirarlo en ocasiones.

— ¿Cómo estuviste estos días? —. Salió de su ensoñación, mirando al mayor.

—Fue... doloroso—. No exageraba, fue increíblemente doloroso. Era como si deseara sexo una y otra vez. Su entrada no dejaba de palpitar, teniendo más fluido del que podía contener. Su celo llegó fuerte, demasiado, y lo tumbó de inmediato.

A un imposible. |Henray|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora