Capítulo 19.

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Advertencia: Contenido explícito.

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Lo colocó con una delicadeza innatural en la cama, y vio con lascivia como el alfa, sin demora, se desprendía de la parte superior de su traje hecho a la medida. Él mismo comenzó a bajar su sudadera, quedando desnudo de la parte inferior. Abrió las piernas para que Ray se colocara en medio, y lo hizo, pero en vez de comenzar a prepararlo, le recorrió el rostro con besos. Estaba siendo dulce, demasiado anormal viniendo de un hombre tan bruto.

—Eh, ¿qué haces? —. El alfa le acarició la mejilla, mientras que sus labios bajaban por todo el fino cuello del omega. Olfateó un poco el aroma del chico, ahogando un gruñido poseso. Sentía que por fin era suyo aquel que su alfa eligió, más cuando el néctar de la tez contraria estaba mezclado con canela, seguramente del cachorro. Bajó su mano hasta el vientre del chico, y acarició este encima de la blusa. Tendría mes y medio dentro de poco, e iría a ver la ecografía de su lindo hijo o linda hija.

—Juegos previos.

—Nunca los hacemos—. Al menos, no de la forma cariñosa como la que se estaba comportando. Siempre eran esas intensas felaciones o dedeos, nada que pudieras hacer con un amante. Ahora se sentía de esa forma, y aunque incómodo, estaba reaccionando ante el suave toque en su vientre, en su piel descubierta, los labios en su mejilla, bajando hasta el cuello. Ronroneó, ladeando la cabeza.

—No te gusta—. Sintió la mano del mayor bajar hasta su miembro un poco eréctil, y sintió esta enrollarse allí, dando un jalón. Gimió, tirando la cabeza hacía atrás; el alfa, lamió la longitud de su cuello, hasta la barbilla, y allí dio una leve mordida. Volvió a gemir, y la mano gruesa del mayor comenzó a masturbarlo.

Antes no había tenido esas atenciones exageradas con él. Ray no era el tipo de persona que pensara demasiado en su pareja, pero ahora parecía querer hacerlo disfrutar, porque ni siquiera estaba tocándose. Bajó la mirada hasta la entrepierna del alfa, y se dio cuenta como una protuberancia de mostraba entre los pantalones. Su mano trató, a tientas, de tocarlo, pero la mano sin trabajo de Ray lo tomó de la muñeca, alejándolo.

—No te he pedido que me toques—. Le dio un beso en la mejilla, soltándole la muñeca.

Tiró la cabeza hacia atrás, jadeando de placer. Movió sus caderas, buscando mayor penetración en el círculo que era la mano contraria. De arriba, acariciándole la punta con el dedo; y volviendo a la base, apretándole las bolas; y subir nuevamente. Cada vez más acelerado, sacándole desde gruñidos hasta gemidos deseosos. Sintió su entrada contraerse, dilatar por sí sola. Deseaba tenerlo dentro, su apetito sexual se lo pedía.

El mayor tuvo piedad de él en el último momento, antes de eyacular, y se colocó entre sus piernas. Creyó que iba a penetrarlo, pero, en cambio, las cruzó. Haciendo que ambas quedaran una encima de la otra, muy juntas, y ladeó un poco ambas.

— ¿Qué...? —. Antes de continuar, sintió al mayor bajarse el cierre del pantalón, sacar el pene, y comenzar a ingresarlo entre sus muslos, tocándose con su pene. Gimió de sorpresa al ver la punta de la polla contraria entrar por allí. No lo estaba penetrando, más bien, no parecía tener intención de hacerlo—. ¿Qué haces? —. La cadera del alfa empujó hasta que el pene salió por completo entre sus muslos, rozando su propio miembro. Gimió a gusto, pero con un sabor agridulce.

—Si te penetro, temo hacer daño al cachorro—. Eso fue... Tierno. Pero, maldita sea, cuando por fin quería el pene de este en su interior haciendo estragos, se ponía de idiota.

—Debes estar bromeando. ¿En serio te importa tanto?

—Sí—. Henry se sintió dolido por alguna razón. Tal vez, porque como niño caprichoso, o al menos, en eso se había convertido, que no le cumplieran un deseo lo enojada.

A un imposible. |Henray|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora