Capítulo 8.

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Advertencia: Contenido sexual explícito. 

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Aunque era horrible la posición en la que estaban, no podía hacer nada, porque le excitaba que Ray lo estuviera cogiendo tan duro, con la puerta posiblemente sin candado, y con su vestuario de prostituta que usó en la obra; claro, hablando de una trabajadora sexual del siglo XIX.

Tenía la falda del vestido agarrada entre su cuerpo, mientras Ray estaba entre sus piernas, lamiendo una y otra vez su agujero ya húmedo, bastante húmedo. Sostenía con sus manos el vestido, mientras Ray lo agarraba de los muslos, con una de sus piernas puesta en el piso, mientras la otra estaba en el hombro del mayor. La lengua del hombre le acariciaba entre los glúteos, e ingresaba un poco la punta en el agujero mojado que no dejaba de escurrir líquido.

Tendría que lavar el vestido, pensó entre el placer y la conciencia. Se sostuvo con una mano del escritorio donde estaba apoyado, pues comenzaba a faltarle la capacidad de mantenerse de pie. Escuchó a Ray succionar, y tiró la cabeza hacia atrás, gimiendo con fuerza, antes de que este le diera una palmada en el trasero.

Ray sentía las piernas del chico temblar, como la que tenía en el hombro se afirmaba a su piel, mientras que la que permanecía en el suelo poco a poco cedía, dándole más peso al tocador en el que estaba recostado Henry. Subió una de sus manos hasta el pene eréctil del chico, de un tamaño promedio para un omega, y lo acarició, enredando con dos de sus dedos la anchura, y jalando esta de arriba abajo. Vio al joven estremecerse, tirando la cabeza hacia atrás. El glande estaba saltando en cuanto a líquido seminal, y su lengua subió por los testículos, acariciando la piel, hasta llegar a la punta. Colocó sus labios alrededor de ella, y succionó, haciendo que las piernas de Henry terminaran de ceder.

Lo sostuvo en el aire, levantándose, mientras lo sentaba en el mesón. Colocó cada pierna alrededor de su cintura, y acarició en medio de las nalgas con su pene descubierto. Lo mojó con el fluido que salía del culo del chico, y la punta de la polla estaba más que deseosa en entrar al joven.

Henry trataba de evitar la mirada del contrario, demasiado avergonzado. No solo el sexo, también estaba aún vestido como mujer, y eso no era tan llamativo como debería sentirse. Sintió la mano de Ray tomarlo de la barbilla, alzarla y mirarlo directamente con los calientes ojos azules.

—Mírame—. Y de inmediato, la punta de la polla contraria comenzó a entrar. Abrió un poco la boca, tirando la cabeza en el hombro contrario. Jamás iba a acostumbrarse a la sensación de ser penetrado. Lo volvió a tomar de la barbilla, haciendo que lo mirara fijamente—. Muéstrame tu cara mientras te follo—. Ingresó más profundo, y Henry agarró del hombro a Ray, pegándose al cuerpo de este, siguiendo la orden de no dejar de mirarlo.

Sintió como su interior era abierto por el pene contrario, temblando ante la sensación. Lento y profundo. Parecía estar tomándose el tiempo de saborear cada rastro que iba dejando. Hasta que por fin se detuvo, y Henry miró con anhelo al hombre. El alfa no había terminado, lo supo cuando lo tomó de la cintura, y con fuerza, terminó de encajar la polla en su cavidad anal. Dio un grito, alucinando por la sensación de golpe. Tembló, su propio pene estaba más que listo para eyacular, y las bolas del mayor estaban haciendo peso contra su culo.

Trató de tomar aire, pero antes de poder acostumbrarse, nuevamente comenzó a salir de él, y lo empujó con fuerza, de golpe, llegando hasta el fondo y sacándole el aire que logró tomar. Dio un gemido agudo, rasgando con sus uñas la camisa que aún tenía puesta Ray.

Iba a enloquecer, porque el alfa no esperaba ni un momento a que se recuperara de la embestida anterior, antes de darle otra aún más profunda, haciendo que su interior saltara, y el temblara ante cada una de las estocadas. Poco a poco, la velocidad aumento, y Henry ya no pudo sostener la mirada, colocando su frente en el hombro del mayor, y abrazándolo como si su vida dependiera de ello.

—M-más lento... —. Rogó, pero el alfa, junto a sus feromonas, no estaban dispuestas a cambiar el ritmo frenético que comenzaba a tener. Una de las manos del mayor lo agarraba de un glúteo, mientras la otra subió por su espalda, hasta tomarlo del cabello y jalarlo para atrás, haciendo que sus miradas se encontrasen.

Los ojos de Ray estaban más que dilatados, completamente ido en las sensaciones. Sintió el aliento a menta del alfa en sus labios junto a la respiración acelerada del mismo. Estaba vertido por completo en el placer, por lo cual, no valía la pena rogar. Las feromonas llenaban el ambiente, lo mareaban, estaba comenzando a caer poco a poco en la demencia por tal aroma.

Ray lo emboscó con más precisión, llegando a un punto firme en su ano. Henry retuvo un grito de placer, antes de eyacular, colocando una de sus manos en el tocador al sentir que iba a caer en cualquier momento. La mesa se movía con cada embestida, las cuales no pararon, ni aunque el omega hubiese alcanzado su éxtasis.

El alfa bajó el rostro hasta su clavícula descubierta, y la lengua de este comenzó a lamer el hueso frágil que se alcanzaba a notar. Sintió los dientes de este rozar su piel, y subir hasta el cuello, donde, con ayuda de sus labios, tomó un trozo de piel, succionando, y mordiendo al final con la primera línea de la perfecta dentadura. Ray no dejaba de gruñir cual perro, mientras se dedicaba a profanarle la piel.

—D-demasiado profundo... —. Su pene nuevamente estaba cobrado vida, ya exhausto de tal placer. Ladeó el rostro a uno de sus hombros, cayendo en el cansancio. Creyó que iba a quedarse dormido, pero para Ray eso no era opción, pues cuando estaba por irse en brazos de Morfeo, el alfa lo golpeaba en un punto dulce, muy dentro de él, hasta devolverlo completamente a la realidad.

—Henry... —. Lo escuchó gemir, antes de que una profunda penetración lo hiciera temblar. Sintió su interior contraerse, exprimir la polla dentro de él, y como el semen salía despavorido, por la falta de condón, en su interior. Agradeció que hubiese tomado con juicio sus inhibidores.

Ray salió de él, dejándolo con las piernas abiertas y el semen bajando por sus largos muslos. Jadeó, y cayó sin poder evitarlo de la mesa al suelo. Estaba cansado, loco seguramente por tener sexo en su camerino; pero complacido. Ray era, definitivamente un hombre que sabía hacer disfrutar.

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— ¿Vas a venir? —. Escuchó la voz de Jacob al otro lado de la línea, y su mente volvió a tomar precisión al recordar la reunión con sus compañeros. Era una buena oportunidad de conocer a los otros, pero... También quería estar ahí, con Ray acariciándole el cabello en la limosina, mientras descansaba su cabeza en las piernas de este. El alfa estaba ocupado mirando su Tablet, con el ceño fruncido. Pero, aunque este estuviese obviamente en otro mundo, no deseaba irse de su lado.

—No creo... Estoy cansado—. Aun temblaba.

— ¿O será que estarás con Manchester hoy? —. Sintió esa pulla de vieja chismosa de Jacob, antes que el chico riera al otro lado de la línea—. No te preocupes, podemos vernos otro día. Igualmente, Manchester solo estará un mes en el pueblo—. Aquello le cayó como balde de agua helada. Mirando al mayor desde su posición.

— ¿Q-qué? —. ¿Un mes? ¿Cómo?

—Ah, es que mi esposo trabaja en la planta de los Manchester, y me dijo algo interesante. Al parecer la presidenta mandó a su hijo hasta que este lograra obtener un premio por sus obras de arte. En un mes, él regresará a la ciudad a hacerse cargo del grupo M—. ¿Por qué no sabía nada de eso?

Miró unos segundos al mayor, dándose cuenta que él no conocía absolutamente nada de Ray Manchester. No sabía por qué llegó al pueblo, tampoco por qué era artista si tenía riquezas. Y, sobre todo, no sabía por qué este parecía estar tan interesado en él. Henry se sintió decaído, porque no podía creer que su corazón comenzara a latir tan fuerte por alguien del que solo sabía el nombre. 

A un imposible. |Henray|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora