Capítulo 23.

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Advertencia: Contenido sexual explícito.

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Volver a escondidas a la mansión no fue difícil, muy extraño para ambos, pues Camila había estado encima de Ray toda la velada. Al final, al entrar en la limosina, los besos no se detuvieron, acariciando la piel que alcanzaba a asomarse por las prendas, y siendo sigilosos con el chofer.

Cuando estuvieron frente a la mansión, Ray lo cargó, y él enrolló sus piernas en la ancha cintura del mayor, sosteniéndose allí, mientras el alfa lo tomaba del trasero para impedir su precipitada caída. Fue un tiempo tortuoso hasta llegar a uno de los cuartos, el de Ray.

—Me prometes que no vamos a parar, ¿bien? —. Lo dejó en la cama, mientras se quitaba su esmoquin con increíble necesidad. Henry lamió sus labios, ladeando la cabeza al ver al mayor desnudarse con apuro. Él mismo comenzó a desprenderse de su camisa.

— ¿Luzco como si quisiera parar? —. Comenzó a bajar su pantalón, quitó sus zapatos con ayuda de la punta del pie contrario al que sacaba, y quedó completamente desnudo. Iba a levantarse a ayudar al mayor con el pantalón, pero este se inclinó en él, besándolo directamente en los labios, y trepando en la cama, quedando encima de su cuerpo.

—No lo sé—. Habló, ronco, mientras sus besos bajaban por la mejilla del chico, hasta el cuello; dio una suave mordida allí, y continuó su camino hasta el hombro. Dio un beso allí, causándole una risita a Henry—. Pero temo que te arrepientas—. Murmuró.

—Tal vez lo haga... Pero, por ahora, no es así—. Ray miró directamente al chico. Evidente, no era la respuesta que esperaba, pero era la más sensata por parte del chico. Y ¿qué podría hacer? Negarse, un retroceso, no era algo que pudiese o desease hacer ahora.

— ¿Qué haré contigo? —. Suspiró, rendido ante la sonrisa del omega. Decir que no, iniciar una conversación nuevamente... No, estaba cansado de hablar, y tal vez era mucho pedir un perdón. Estaba arrepentido, demasiado. Pero demostrarlo era más difícil que aceptarlo.

Henry notó el decaimiento de Ray, y colocó su mano en el hombro de este, bajando hasta la espalda. Se acercó a él, uniendo sus cuerpos, y soltó un suspiro. ¿Qué haría consigo mismo? Su corazón deseaba tantas cosas buenas pero su mente parecía gritarle que no las merecía.

Se alejó un poco del mayor, mirándolo directamente, para luego juntar sus labios sin profundizar entre sus lenguas. Por el contrario, estuvieron así, con un beso donde los únicos protagonistas eran sus belfos, un rato, hasta que abrieron las bocas, y encajaron los labios, uniéndolos con profundidad.

Ray gateó un poco más encima del cuerpo del chico, y ya encima de este, lo retuvo contra la cama. Una de sus manos acarició el pecho del chico, hasta su panza, donde ronroneó. Allí estaba el fruto de su deseo y amor por él. Continuó bajando hasta acariciar el miembro del chico, tomándolo en sus dedos, zarandeándolo, y, al final, masturbándolo.

Escuchó a Henry gemir en el beso, y gracias a la apertura de la dentadura contraria, metió su lengua en la boca de este, acariciando cada parte. No sabía cuándo la probaría nuevamente, y estaba ansioso de ello. Pero, tenía que tomarlo con calma. Henry estaba embarazado, y no quería hacerle daño.

Su mano después de un rato, sintió el pene del chico hincharse en sus dedos, y bajó por la longitud, hasta las bolas, y terminó entre las nalgas húmedas a causa de la dilatación. Apretó su cuerpo contra el desnudo contrario, masajeando con uno de los muslos del chico su entrepierna. Este supo qué deseaba, y la rodilla comenzó a presionar su pene. Soltó la boca contraria, gimiendo.

—Estás muy excitado—. Murmuró el chico.

—No he tenido sexo desde mi RUT—. Aceptó—. Desde que te embaracé—. El chico hizo una expresión de sorpresa, para después fruncir el ceño.

A un imposible. |Henray|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora