Capítulo 6.

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Advertencia: Contenido sexual explícito. 

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Estaba siendo impulsivo, de eso estaba seguro. Pero no podía pensar en otra cosa, y estaba comenzando a desesperarse de la espera. Si bien no era bueno cortejando, y aquello nunca lo creyó necesario, tuvo que endulzar un poco el oído de Henry para hacerlo ir el fin de semana a la mansión. Él tenía miedo, con obvias razones siendo virgen; pero Ray podría cuidarlo bien de ser necesario, no era un bruto que lo lastimaría físicamente.

— ¿Te gusta? —. Preguntó su tío, quien iba de viaje el fin de semana, después de una larga laboral, con su esposa y la pequeña en el yate; se quedarían ahí, tenía las comodidades, y la pequeña quería ver pececitos.

— ¿Quién? —. Ray estaba fumando, viendo como los empleados subían algunas cosas al yate, uno diferente del que los llevaba al pueblo. Era grande, con habitaciones y piscina; más bien, una casa en el agua.

—Henry—. Jhon lo hizo sonar obvio, aunque para el primogénito de la presidenta del grupo M no lo era. Este hizo un gesto extraño, casi nauseabundo.

—No soy de ese tipo—. Era un promiscuo, siendo honesto. Desde que se inició en la vida sexual a los quince, no dejó de buscar una y otra vez personas, betas u omegas, para satisfacer sus deseos carnales. Porque eran solo eso: Deseos. Y ese momento le tocaba a Henry ser objetivo de él.

—En algún momento deberás montar cabeza—. Jhon miró a su esposa, que iba con su hija al yate. Era una buena mujer, aunque nadie le creyera—. Es lindo tener una familia a la cual volver.

—Sí. Pero no será ahora, ni será con él—. Apagó el cigarrillo en el cenicero de la mesa exterior en la que estaban, donde tenían una perfecta vista del lugar donde salía el bote. No le podía gustar Henry, sencillamente porque era un omega de baja categoría. Si bien olía bastante agradable, y era lindo; no era el tipo de persona con la que se quedaría por siempre.

—Deberías dejárselo en claro—. Su tío parecía constipado por su respuesta.

—Creo que lo tendrá claro—. El sexo sin amor era su especialidad.

Después de que su tío se fue con la familia, la mansión quedo solo con los empleados. Alrededor de la una de la tarde, el yate que mandó por Henry llegó a la mansión, y fue a recibirlo. El chico bajó levemente cohibido, tenía una mirada temerosa.

— ¿Tienes miedo? —. Se acercó, dándole un suave beso en la mejilla.

—Un poco. No hago estas cosas, menos en una isla—. El chico, como acto reflejo de él, llevó uno de sus rubios mechones tras la oreja, mostrando unos delgados y casi imperceptibles pendientes negros. Eran pequeños y no muy llamativos, pero se veían bien en él.

Además, su aroma era fuerte, e iba con ropa deportiva y sencilla, no con las prendas del trabajo. Una camisa blanca ancha que dejaba ver parte de su pecho levemente bronceado, y unos pesqueros beige, además de zapatillas deportivas. Iba bastante lindo, y...

— ¿Te echaste labial? —. Era normal en omegas, tanto hombres como mujeres, maquillarse un poco; no se veía mal. Henry se colocó rojo ante la aclaración.

—S-sí—. Era de un suave rojo, que lo hacía ver como si tuviera labios, naturalmente, carmesí.

—Se ve bien—. Lo tomó de la parte trasera de la espalda baja, para empezar a caminar al interior de la mansión.

El lugar era amplio, la última vez que estuvo allí no lo detalló con suficiente intensidad. Era muy luminoso, levemente victoriano, con tonos blancos. Algunos empleados se veían limpiando objetos, mientras Ray lo guiaba al segundo piso.

A un imposible. |Henray|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora