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Dejé la bandeja de desayuno sobre la cama y me senté en el borde del colchón suspirando.

—¿Seguirás sin hablarme mucho más tiempo? —pregunto cogiendo la taza de té caliente para dársela a mi madre.

No me responde como ya me tiene acostumbrado desde que despertó y se enteró de lo que hice. La cosa no mejoró cuando volví al día siguiente al hospital después de ir al instituto como había prometido y había vuelto con un aprobado en historia pero tampoco dio su brazo a torcer. Menos mal que yo no había heredado su mismo rencor, aunque parecerme a un desconocido que había donado su semilla para crearme no me gustaba especialmente.

—Ha pasado una semana —le hice ojitos pero se estaba resistiendo muy bien—. Venga mamá háblame porfi —insistí y recibí un gruñido como respuesta, las únicas respuestas que me daba cuando le hablaba—. Ya me castigaste mucho.

Le hago pucheros y ella aprieta los labios.

—Te extrañé mucho —me acerco más a ella y tomo su mano—. No estoy preparado para que me dejes solo —se hace una brecha en su resistencia—. Y no estaré preparado nunca mami.

—Aish, como sabes ganarme niño —dice y yo sonrío cuando abre los brazos y me acomodo apoyándome en su pecho—. Mi niño mimado —murmura acariciando mi pelo como cuando era niño o no tan niño, porque lo sigue haciendo cuando estoy enfermo.

—¿Me puedo quedar aquí contigo?

—No cariño, sigues castigado y tienes clase.

—¿Y no me puedo quedar castigado aquí? —alzo la mirada y le hago pucheros—. Porfi mami linda.

—De eso nada niñito bonito —dice con una sonrisa y me empuja para apartarme—. A clase Aiden.

—Joo mamá —inflo los mofletes haciendo un berrinche pero no cuela—. ¿Al menos puedo coger la moto?

—Aiden —amenaza alzando una ceja—. Da gracias que no la vendí para pagar tus multas. Ahora lárgate o despídete de la moto.

—Vale, vale, ya me voy —me peino ante el espejo del tocador de mi madre y cojo la mochila que dejé junto a la puerta.

Lo único bueno de que mi madre no me deje la moto es que puedo ir con Erin ya que desde que mamá volvió a casa paso poco tiempo con ella por estar cerca de mi progenitora ya que por las noches duermo en su cama por si me necesita para algo. Se está recuperando de maravilla pero aún así necesita ayuda para algunas cosas ya que aún tiene puntos cerrándose.

—Buenos días melocotón —le muestro una sonrisa seductora apoyado en el marco de la puerta de su piso en el momento en el que ella abre la puerta.

—Buenos días —murmura con voz somnolienta.

La agarro de la barbilla y le doy un suave beso.

—Tienes mala cara —le acaricio la mejilla con los nudillos—. ¿No has dormido por pensar en mi? ¿O estuviste haciendo otras cosas imaginándote guarradas?

—Las dos cosas —me guiña un ojo y yo río. Suspira y se apoya en mi pecho con cansancio:—Sin tu madre me tengo que encargar yo sola de nuestro proyecto y es mucho trabajo.

—Si necesitas relajarte avísame y de un salto voy a tu cama —sonrío con la imaginación desbordando—. O a tu oficina, la fantasía jefa sexy me pone mogollón.

La siento reírse contra mi pecho pero somos interrumpidos por el ascensor y Erin se aparta de mí mirando por encima de mi hombro a quien acaba de llegar.

Me pongo tenso en cuanto me giro y veo al hombre que sale del ascensor con un ramo de flores.

—Buenos días —saluda cordial Robert.

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