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El pelo rizado de Erien me hace cosquillas despertándome por la mañana, también que siento que dicen mi nombre. Me incorporo para mirar a Erin que está girada con su espalda pegada a mi pecho aun dormida.

Entonces si ella no dijo mi nombre, ¿que oí?

¡Mi madre!

Literalmente mi madre.

Saco el brazo de debajo de la cabeza de Erin sin despertarla y rápido salgo al balcón. Salto a toda prisa el muro y como la suerte no está de mi lado hoy me tropiezo pegándome una buena hostia.

—Joder —murmuro sobandome la pierna donde me golpee.

Me pongo en pie y al abrir la puerta corredera y la cortina veo a mi madre en la puerta de mi habitación.

—Aiden —exclama—. ¿Dónde estabas? Vine a despertarte antes y no estabas en la cama.

—Estaba... —me pongo nervioso—. Estaba...disfrutando la vista.

Mi madre pone las manos en las caderas.

—Deja las vistas y date prisa para no llegar tarde al aeropuerto, ¿o no te hace ilusión ir a Roma?

—Claro que sí.

—Tienes diez minutos para la ducha y te quiero desayunando ya.

Todavía no me puedo creer que aprobara todas a la primera, bueno sí que me lo creo y es porque Erin me tuvo semanas a pan y agua. Me tuvo tardes y noches estudiando cuando se entero de que estaba de exámenes un día que tubo que esconderse en el baño porque entró mi madre a preguntar porque no estaba estudiando si iba a tener los exámenes. Pasamos días estudiando juntos en lugar de hacer cosas interesantes.

Fue una tortura, pero mereció la pena cuando le di mis notas y me premió con la mamada de mi vida y menudo polvo el de después.

Me doy una ducha exprés de cinco minutos y me seco el pelo con una toalla. Me pongo algo cómodo para el avión. Cojo la mochila que llevaré conmigo y meto las cosas importantes sobre todo mis cascos y mi almohada de cuello para dormir lo máximo que pueda en el largo viaje de nueve horas.

Ato los cordones de mis zapatillas, me cuelgo la mochila al hombro y voy a la cocina. Mi madre me preparó un café con leche y unas tostadas muy buenas.

Mi madre me mete prisa y me ayuda con la maleta pequeña para bajarla al coche. Desde el ascensor veo la puerta del piso de Erin, me jode no poder despedirme bien pero al menos nos dimos buen amor a noche.

Recogemos a Kenneth primero que espera en la puerta medio dormido apoyado en los escalones de la casa. Mi madre toca el claxon y se despierta de un sobresalto. Se sienta detrás de mí asiento y vamos a por Miles.

El camino al aeropuerto lo hago entre cabezadas intentando mantenerme despierto para dormir durante el viaje.

Bajamos las maletas y nos despedimos de mi madre que me da un beso sonoro en la mejilla dejándome en ridículo delante de mi clase que ya están en las puerta junto a nuestra tutora.

—Vete ya, mamá —insisto al ver que intenta acompañarme hasta dentro.

—Ten mucho cuidado, mi niño —me agarra de las mejillas como si fuera un crío—. Te quiero mucho.

—Y yo, mamá —le doy un rápido beso en la mejilla.

El coche se aleja y veo la cara de baboso de Kenneth.

—Tu madre es la diosa de mis sueños.

—Es mi madre, tío.

Lleva así desde que nos conocemos, y nos conocemos desde niños.

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