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—Lo siento mucho Aiden —dijo llorando cubriéndose la cara con las manos.

Me quedé atónito, sin palabras. En mi mente había imaginado muchos escenarios y todo tipo de excusas por el plantón que me dio ayer, pero lo que no me esperaba era verla llorar tan desconsoladamente como la veía ahora. Me estaba matando verla así con lagrimas gruesas correr por sus mejillas suaves de piel canela.

—Erin —murmuré acercándome a ella sentándome a su lado en la cama.

Me sorprendió cuando sus brazos me rodearon por el cuello abrazándome, sollozando contra mi hombro.

—Perdóname —murmuró—. Yo no quería dejarte plantado.

Al principio no sabía como reaccionar y que hacer pero finalmente la rodee con mis brazos y acaricié su espalda de forma tranquilizadora. Se sentía muy bien teniéndola entre mis brazos, el olor a rosas de su piel es refrescante, y me gustaba la forma en que se apretaba contra mi como si pudiera protegerla de todo.

—Lo siento, Aiden, lo siento —farfullaba contra mi camiseta mojandola con sus calientes lagrimas.

—Shh...no hables y solo calmate —murmuré acariciando su pelo sin dejar de abrazarla.

En cuanto los sollozos dejaron de oírse, su respiración se calmó y deje de sentir sus lagrimas mojando mi ropa, me separé despacio de ella para mirarla a los ojos, todavía estaba aguados y muy rojos de tanto llorar, pero aun así se veían preciosos con ese color azul océano. Con las mejillas húmedas, los labios enrojecidos de mordérselos y la nariz algo roja se veía adorable con un puntito sexy que me gustaba. Esta mujer es sexy hasta cuando llora.

Pasé mis dedos bajo sus mejillas limpiando la humedad. Sus bonitos ojos azules no se despegaban de los míos en ningún momento, y noté como un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando la toqué. Yo también le afectaba y eso me gustaba.

—Mis padres murieron cuando yo tenía siete años, en un accidente de coche —murmuró y yo fruncí el ceño al no entender nada—. Mis abuelos tuvieron que hacerse cargo de mi desde ese día —siguió hablando y yo la observé atento sin interrumpirla—. Ellos se convirtieron en mis padres, me criaron con mucho cariño y paciencia y les estoy muy agradecida —una sonrisa cálida se formó en sus labios y eso calentó mi corazón—, hace un par de meses mi abuelo se puso enfermo por problemas de corazón, estuvo unas semanas en el hospital, se recuperó bastante rápido —tragó saliva bajando la mirada a sus manos jugando con sus dedos—, pero el otro día...el...el se murió por un paro cardíaco.

Las lagrimas vuelven a brotar de sus ojos y se me rompe el corazón completamente. 

Mi madre siempre estuvo a mi lado durante toda mi infancia y sería de los doloroso y dificil para mi perderla, amo a mi progenitora mas que nadie en el mundo, y también sé que yo no sería quien soy si mis abuelos no hubieran estado presentes ayudando a mi madre en todo. A pesar de que mis abuelos viven en las afueras de Nueva York, mi madre y yo solemos ir a visitarlos muy a menudo, sobre todo los días de fiesta, y puedo llegar a imaginar lo mal que estaría si perdiera a alguno de los dos. 

Solo tengo un par de abuelos, los maternos, ya que cuando mi progenitor abandonó a mi madre cuando se enteró que estaba embarazada de unos meses, ella se alejó de todos ellos. No creo que sepan ni que existo, y vivo muy feliz sin ellos.

—¿Por qué no me lo dijiste? —pregunté metiendo un mecho de pelo castaño detrás de su oreja.

Ella alzó la vista hacia mi apretando los labios:—No me sentía bien emocionalmente, y no quería que tuvieras lastima de mi.

—No te habría tenido lastima, habría estado a tu lado en un momento tan duro.

—Lo siento mucho —susurró cogiendo mi mano entre las suyas.

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