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El beso fue rápido y fiero, labios moviéndose contra labios de forma dura y salvaje luchando por el control con nuestras lenguas enredándose con la otra. Era tan diferente a como besaban todas aquellas chicas con las que intenté olvidarme de Erin, ella sabía dulce y sus labios gruesos besan mucho mejor y con mas destreza.

Eso sin hablar de lo bien que huele a rosa fresca, y la suavidad de sus manos tocando mis mejillas y mi cuello.

La extrañaba tanto.

Abrí los ojos de golpe, esto no podía ser. La empujé lejos de mi pillandola por sorpresa y di varios pasos atrás negando con la cabeza, limpiándome los labios con el dorso de la mano, odiándome por haberla extrañado tanto y haberme dejado llevar tan deprisa.

—No vuelvas a tocarme —digo—. Sé como acabará esto y si vas a huir de mi no te atrevas a volver a besarme.

—Aiden —dijo con lastima bajando la cabeza—, no quería hacerte daño.

—Lárgate de una vez, si eso es lo que vas a hacer —escupí con odio—. No te quiero ver.

—Es lo mejor para los dos —meditó intentando acercarse.

Yo alcé la mano para evitar que se acercara mas a mi, ya había demostrado que soy demasiado débil con ella.

—Tu no sabes que es lo mejor para los dos —me pasé las manos por el pelo—. No intentes mentirme diciendo que lo haces pensando en mi.

—Yo no soy la persona que tu quieres tener en tu vida —dijo apretando los labios.

—Tu no tienes ni idea de lo que yo quiero —dije alzando la voz.

—Solo hago lo que sé que es mejor —repitió y empezaba a odiar esa palabras, si las decía otras vez juro que voy a gritar.

—Lo único que te importa es que para ti solo soy un crío.

—Eso no es verdad —musitó mirando al suelo.

—¿Ah no? —pregunté con una sonrisa irónica danzando en mis labios—. Entonces dime mirándome a los ojos que no te importa la edad.

No se atrevió a mirarme a los ojos y esa fue la respuesta que necesité. Llamé al ascensor que por suerte seguía en este piso y se abrió al momento y salté dentro apretando el botón del garaje con demasiada fuerza.

—Aiden —dijo Erin todavía desde el pasillo.

—No te me acerques —escupí señalándola con mi dedo justo cuando la puerta se cerró y el ascensor bajó a toda velocidad hacia el garaje.

Caminé a paso apresurado fuera del ascensor y cuando estuve delante de mi moto me di cuenta de que mi madre seguía teniendo las llaves lo que significaba que no podría salir de allí.

La ira dentro de mi explotó y me quité la mochila de la espalda y los casco de mi cuello tirándolos con fuerza hacia el suelo soltando un grito que me hizo arder la garganta y le di fuertes patadas a la mochila hasta que lagrimas empezaron a salir de mis ojos.

¿Por qué tenía que volver ahora? ¿Por qué tenía que joderme la vida de esta manera? Estaba volviendo a ser yo para que justo en mi mejor momento volviera después de dejarme medio roto solo para terminar de romperme del todo.

Me dejé caer de rodillas al suelo llevando mis manos a mi cabeza tirando de mis mechones rubios mientras sollozaba dejando que las lagrimas mojaran el suelo gris cemento debajo de mi.

De repente alguien se agachó delante de mi unas manos calientes me sujetaron el rostro haciéndome mirarla, sus ojos azules tan rojo llenos de pequeñas lagrimas que resbalaban por su piel caramelo.

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