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—¿Estás segura de que esto es buena idea?

—Venga cariño, lo llevas deseando desde pequeño —me dice mi madre con dulzura cogiendo mi mano—. Lo harás genial.

Trago saliva mirando al frente.

—Tu puedes mi niño —insiste mi madre—. Y yo iré más tranquila sabiendo que vas en coche y no en esa cosa peligrosa que tanto adoras.

—Mamá no te metas con mi niña —farfullo haciendo pucheros mirando mi moto en la plaza de al lado.

Mi madre pone los ojos en blanco.

—Vamos allá —murmuro nada seguro de esto arrancando el coche.

Respiro hondo agarrando el volante con ambas manos.

—¿Te has puesto el cinturón? —pregunto mirando a mi madre.

—Si cariño, me lo he puesto —se ríe.

Es la primera vez que cojo el coche. Dentro de poco cumpliré la mayoría de edad y podré sacarme el carnet. El problema es que me gusta más la moto y estoy tan acostumbrado a ella que estar en un coche se me hace raro.

En cuanto arranco hasta pongo en duda de cómo aprobé el examen de moto.

Intento ir relajado pero no puedo, voy aun más tenso y a poca velocidad porque llevo a mi madre al lado y aunque ya está casi del todo recuperada sigue algo delicada y no quiero tener ningún accidente si voy con ella al lado.

—Mi niño relajate, no va a pasar nada malo —me dice frotando mi brazo al ver lo tenso que estoy.

—Es que voy un poco acojonado —murmuro—. No creo que apruebe.

—Lo estás haciendo muy bien, ve con calma y todo irá bien ya verás.

Práctico durante las siguientes dos semanas y cada vez tengo más confianza en que quizá si que apruebe pero el tráfico de Nueva York no me ayuda a sentirme a gusto al volante.

Toco el claxon llamando la atención de Erin que se sorprende. Me asomo por la ventanilla.

—Hola vecina —sonrío.

—¿Qué estás haciendo ahí? —pregunta acercándose a mi ventana.

—Voy a sacarme el carnet de conducir pronto —respondo—. Después de mi cumpleaños.

—Si aun no tienes el carnet no deberías ir solo en el coche, es peligro.

—¿Te preocupas por mi, melocotón? —pregunto travieso pasando mi dedo índice por la cintura de su gabardina azul.

—Siempre me preocupo por ti —murmura intentando no mirarme.

Me la quedo mirando con una sonrisilla de tonto. Es tan atractiva, tan sexy, tan perfecta, me pone tan caliente.

—Podrías acompañarme tú, si no estás muy ocupada —sugiero—. Así no voy solo.

Sonrío travieso y ella suspira mirando la hora.

—Venga llévame al trabajo —dice y se sienta del copiloto—. Tenemos tiempo de sobra así que ve con calma.

Asiento saliendo del garaje incorporandome sin problema al tráfico.

—Cuando me saque el carnet podré devolverte el favor por haberme llevado tantas veces al instituto.

Erin de ríe acomodándose en el asiento mirando por la ventana las calles.

La música llena el espacio en lo que llegamos a su edificio. Me sonríe y se despide bajando del coche para entrar entrar en su edificio.

Estoy a punto de arrancar cuando el móvil me vibra el salpicadero con una videollamada entrante de Kenneth y Miles.

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