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No me esperaba al día siguiente despertar y de los dos borrachos que había dejado en el salón durmiendo la mona solo me entrara a uno de ellos. Kenneth seguía dormido en el sofá con la boca abierta babeando sobre el caro sofá de mi madre.

Mi madre tampoco habría vuelto a casa y lo más seguro es que se había marchado de viaje aunque me parece raro que no me haya avisado.

—Buenos días —Erin apareció detrás de mi en la cocina.

Después se llegar a casa ayer no dijimos ni una palabra mientras cargábamos a mis amigos borrachos hasta aquí y luego nos metimos en la cama sin decir nada.

Aunque no me creía lo que nos había dicho Miles todavía tenía la pequeña duda de si Erin hubiera sido capaz de hacer algo así.

—Buenos días —respondí sacando dos tazas del mueble para servir el café.

Ella se sentó en una de las sillas y yo me quedé de pie dando sorbos a mi café.

—Ayer no hablamos —dijo Erin para mi sorpresa—, y creo que deberíamos.

No estaba muy seguro de querer hablar del tema.

—¿Crees lo que dijo tu amigo? —pregunto mordiéndose las unas.

—No —no dudé.

Ella suspiró poniéndose en pie y caminó hasta ponérselo delante de mi.

—Jamás haría algo así —se cruzó de brazos—, y estoy segura de que no conozco de nada al padre de tu amigo.

—Estoy segura de que se equivoca —murmuro atrayéndola hacia mi agarrándola por la cintura—. Yo confío en ti.

Ella sonríe y se apoya en mi pecho.

—Debería ir al trabajo, pero no me apetece —murmura contra mi hombro.

—Mejor, no vayas —la agarro del cuello buscando sus labios—. Quédate en mi cama conmigo.

—Eres insaciable Aiden.

—Tu también —replico divertido.

—Puede que un poco —murmura pegando sus labios a los míos.

—Que alguien cierre la maldita luz —oigo que se queja alguien detrás mía desde el salón—. Me estas torturando mamá.

Erin mira por encima de mi hombro y yo alzo una ceja divertido al ver a Kenneth removiéndose en el sofá limpiándose la baba con la manga tratando de incorporarse con la manta enredada en sus piernas y termina con la cara en el suelo.

—¡Ay! Mamá la almohada está dura —se queja girándose tratando de librarse de la manta.

Niego y Erin se ríe por lo bajo mientras me acerco a mi amigo para quitarle la manta de la cabeza.

—¡Eeeh! Pero si es mi machote pecoso —dice riendo entrecerrando los ojos por la luz.

—¿Todavía estas borracho? 

—Posiblemente —intenta poner cara seria pero se termina riendo como el idiota que es.

Lo veo sacar unas gafas de sol del bolsillo para ponérselas seguramente para no sufrir con tanta luz. Extiendo mi mano y tiro de el para ayudarlo a ponerse en pie, pero todavía no es persona y tiene que sujetarse a mi para no caer al suelo. Lo llevo hasta la cocina y al ver de frente a Erin una sonrisa curva sus labios a la vez que baja las gafas por el puente de la nariz.

—Vaya, vaya —murmura—. Tu debes ser la sexy Erin.

Erin se pone roja y me mira:—Supongo que ya te hablaron de mi.

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