CAPÍTULO VEINTE

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Emma.


Estaciono el auto y voy a bajar, pero me giro a verlo.

—¿Cuál es tu libro favorito? —Lo miro con los ojos entrecerrados.

—¿No te parece que eso lo tenías que preguntarlo nada más me viste? Digo, pude matarte en todo este tiempo que estuvimos en el auto —rueda los ojos—. Mi libro favorito es el que está bajo tu almohada.

—Bien, vamos —bajo del auto y me sigue hasta la casa, voy a la habitación y él entra en la cocina. ¿Desde hace cuanto tiempo no hago las compras? Bueno, eso no importa ya que él es el que se come todo lo que encuentra, que siga comprando la comida, más dinero para mí.

Tomo una ducha rápida y me pongo una bata de dormir antes de bajar a la sala.

—¡Por Zeus! —me giro y está viendo mis piernas—. ¿Te dije que yo estaba viendo tus piernas la vez que me llamaste? Es porque me gustan mucho y con esa bata se ven... Mejor dejo de hablar, no quieres saber lo que pienso.

—Eres un pervertido, de verdad. —Ruedo los ojos y me da esa sonrisa que usa para decirme algo que me hará querer golpearlo—. ¿Qué?

—Nada —se encoge de hombros y voy a prepararme un sándwich, pero habla—. Sólo estaba pensando que mi perversión no pareció importarte mientras estabas encima de mí, ya sabes esa vez que...

Le doy una mala mirada y entro en la cocina. Sabía que diría algo así, pero es que siempre logra superarse.

—Em —me susurra en el oído y doy un respingo—. ¿No te gustó? Eso en la playa, ¿no lo quieres repetir?

¡Joder, sí! ¡Claro que quiero!

—No, tengo sueño —miento—. Iré a dormir, gracias por buscarme al trabajo.

Me mira con el ceño fruncido.

—Tengo tres cosas para decir —comienza y lo insto a que hable rápido—. Primero, me jode que no me dejes entrar en tu mente porque así escucharía la verdad y no la tonta mentira que salió de tu boca, pero lo dejaré pasar. Segundo, vine porque dijiste que alguien te había hecho una visita e ibas a hablarme de eso, así que no puedes irte a dormir. Tercero y último... ¿No te ibas a hacer un sándwich? Tienes las cosas en el mesón, no creo que sacaras eso para adornar el lugar.

Lo miro con los ojos entrecerrados y sonríe antes de ponerse hacer los sándwiches él mismo, busco dos vasos, sirvo jugo y nos vamos a la sala.

—Fue un chico moreno, aunque no creo que eso sirva mucho porque puede cambiar de forma, ¿no? —le digo y asiente—. Dijo: Nadie está contento en el Olimpo, nadie quiere una guerra y menos por una humana, aléjate de Apolo, déjalo en paz. Y luego dijo que no quería sufrir las consecuencias y bla bla bla.

—Bien... Lo venía venir, esto no es una competencia sana —hace una mueca—. No es que seas una competencia, es que ellos lo ven así... ¡Ay, bueno! Tú entiendes.

—Lo hago —asiente—. ¿Qué haremos?

Me mira en silencio unos segundos antes de hablar.

—Vamos a ir a tu habitación y te voy a marcar para que dejen de joder —lo dice tan serio que por un momento de verdad me lo creo, pero se comienza a reír—. Debiste ver tu cara. No, no haremos eso, aunque no porque yo no lo quiera. Déjalo en mis manos, tengo un plan.

—Bien, iré a dormir, de verdad tengo sueño —asiente y sonríe antes de desaparecer—. ¿Por qué no dejaste que te hiciera lo que te hizo en la playa, Emma? Dios, que tonta.

APOLO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora