CAPÍTULO VEINTIDOS

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Emma.

Apolo no habla, Apolo no ha dicho una sola de sus bromas en todo el rato que llevamos yendo camino a casa. Cuando salí del trabajo lo vi apoyado en el auto, estaba de brazos cruzados y con la mirada perdida, me acerqué y él solo entró en el auto y me ha estado ignorando todo el rato.

—¿Estás molesto? —me es imposible no preguntar.

—No. —Es lo que responde y comienza a escribir en su teléfono.

Antes de entrar en la casa me giro y lo miro con desconfianza, pero rueda los ojos y responde antes de que llegue a abrir la boca.

—Es el que está bajo tu almohada. Emma, debes hacer esa pregunta cuando me veas, no dos horas después.

—¡Lo sé! Es sólo que se me olvida —hago una mueca y entro en la casa. Me dirijo al cuarto por un pijama y luego de darme una pequeña ducha y vestirme, bajo—. ¿Apolo?

—Aquí —dice desde el mueble en la sala —. Ven un momento.

Hago lo que me dice y hay pizza con jugo natural.

—Come, anda —dice sin verme, sigue teniendo la vista en su teléfono.

Me como tres trozos de pizza porque si que tenia hambre y me tomo mi jugo. Él quita la vista de su teléfono, hace desaparecer todo y me da su atención por primera vez en la noche.

—¿Yo te gusto? —Okey, esto fue lo último que pensé que preguntaría.

—Pues sí —frunzo el ceño—. Es decir, me sigues pareciendo la persona más molesta que existe cuando te pones imbécil y sigues siendo un dolor en culo, pero sí. Te juro que evite sentir esto, pero, ¿qué puedo hacer? Simplemente lo siento y ya está, me gustas.

—No soy una buena persona y lo sabes, ¿verdad?

—¿Qué es lo que pretendes? —lo miro mal—. ¿Decirme todos tus errores para que me dejes de gustar y así evitar tu desastre allá en tu hogar? Porque si es así, déjame decirte que no es necesario, bien puedes irte, el que me gustes no significa que me voy a morir sin ti, Apolo.

—No lo digo por eso —suspira—. ¿Recuerdas a Eris? —asiento y me tenso porque no quiero escuchar el "me acosté con ella"—. La maté.

Ah mira, no se acostó con ella, la mató. Que bien, casi me asusté.

—¿Qué hiciste qué? —lo miro sin terminar de entender.

—Bueno, que la maté —rueda los ojos—. No, en realidad no lo hice —lo miro sin entender nada y se ríe al ver mi cara—. Yo la iba a matar y si fui el de la idea, pero le di la oportunidad a alguien que tenía una venganza pendiente y merecía cobrar eso.

—Ah. —Eso es lo que le digo.

—Bien... Emma, sabes que no siempre estoy a tu alrededor. No me gusta dejarte sola, pero no puedo verme como este novio acosador que siempre está detrás de ti —asiento—. Quiero que conozcas a alguien y te explico de que va esto ¿Vale? Confía en mí.

—Está bien, lo hago —sonríe un poco.

—Elsah. Ese el nombre de la persona que necesito que llames. Solo a ella le darás la oportunidad de entrar aquí, es en la única que confío para esto —me mira unos segundos y asiente como para él mismo—. Piensa en ella y dile que le das acceso a tu hogar.

—¿Así nada más? —lo miro sin entender—. Contigo tuve que hacer esta cosa de mirar al sol.

—Eso es porque yo soy clase aparte, Emma —sonríe divertido.

Termino por rodar los ojos y hacer lo que me dice, cinco segundos después aparece una chica que... Vaya.

—Hola, hermosa —sonríe y yo solo la miro embobada, no puedo dejar de verla, ella es hermosa—. ¡Ay, perdón! —se ríe y cierro los ojos cuando comienza a brillar de manera exagerada y después de sentir una especie de mareo todo vuelve a la normalidad.

APOLO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora