CAPÍTULO TREINTA Y CINCO

4.8K 542 40
                                    

Emma.

No lo pierdo de vista mientras se mueve por la habitación y es porque tengo miedo de que esto no sea real. ¿Debería darme un pellizco? No, no haré eso. Él mira la cama un momento y suspira antes de negar y tomar la silla de mi tocador, la coloca frente a mí y me mira.

—¿La cama tiene gérmenes o qué? —Pregunto molesta.

—No, pero te tiene a ti y se me haría muy difícil concentrarme contigo en ese pijama y tan cerca de mí. ¡En una cama, para variar! —Sonríe medio divertido, pero luego pasa a tener una expresión triste—. ¿Me has extrañado estos cinco meses?

—No. —Miento y me cruzo de brazos—. A eso no has venido, era para que me dijeras la verdad.

—Lo sé, Kathleen. —Intento ignorar lo que siento al oírlo llamarme por mi segundo nombre. No me gusta que me llamen así, pero él lo hacía y sí, lo extrañaba—. Pero es que yo si te extrañé mucho. Y eso es parte de la verdad.

—Sí, ya me imagino. —Ruedo los ojos fingiendo que no me importó en lo absoluto lo que dijo—. Bien podías bajar y acercarte a mí, pero como sigues empeñado en eso de mentirme...

—No es fácil, Emma. —Susurra ya sin diversión en su voz—. Yo intento cambiar y ser buena persona, ¿sabes? Tenía que protegerte.

—¿Y no me lo podías decir? ¿Te costaba? —Me molesta, de verdad que sí.

—No, no podía. —Me dice, esta vez más molesto y me sorprende, porque lo he escuchado hablarle de esa manera a otros, pero no a mí—. ¿Es que crees que fue fácil para mí venir y decirte todas esas mentiras que en el fondo sabía que no creerías? ¿Crees que fue fácil verte en ese estado en el hospital sin poder hacer nada para curarte porque entonces te harían algo peor? ¿Crees que fue fácil venir a tu casa y decirte adiós? ¿Crees que es fácil dejar ir a la persona que te enseñó lo que es estar enamorado y todas esas mierdas de humanos? ¿Tan siquiera te has puesto a pensar en lo que yo sentí, Emma? —Tiene la respiración agitada y su mirada es triste, desesperada—. ¿No habrías hecho tú lo mismo?

¿Lo habrías hecho? Yo creo que sí.

—Yo te hubiese contado la verdad para que no te preocuparas.

—Y una mierda. —Se ríe sin ganas—. No me habrías dicho nada. Imagina que eres yo, que tu padre es el dios del Olimpo y que ya te ha amenazado varias veces con lastimar a quien a... A quien quieres si no te alejas, entonces decides arriesgarte e ignorar las amenazas mientras buscas tú mismo una solución. Hasta que un día llegan y te dicen: Te lo advertí. Y ves a esa persona con múltiples heridas, tirada en una camilla de un hospital luchando por su vida, todo eso porque tu maldito padre está demente. Así que te dicen: Eso sólo fue una pequeña advertencia, aléjate de ella, no la vuelvas a ver más nunca o morirá, está vez nada podrá salvarla. Y lo sabes, sabes que la amenaza no fue en vano, sabes que pueden matarla con solo pensarlo. Así que decides qué le dirás todo y te alejarás, pero tienes un padre astuto, así que este te dice: Te vas a asegurar de que te odie antes de dejarla, esas son mis condiciones y las vas a cumplir, habrá alguien que averigüe si lo hiciste o no.

»¿Qué haces? ¿Te vuelves a arriesgar? No, no lo haces, Emma. Porque sabes que se te jode el mundo si acaban con su vida. ¿Y sabes que es lo peor? Que tendrás toda la maldita eternidad para recordar que no la supiste proteger y que ya no la verás jamás. Ese es el peor castigo, que nunca morirás y estarás condenado a vivir por siempre con su puto recuerdo.

Creo que para este punto ya tengo lágrimas en los ojos. ¡Mierda! Odio que nada sea fácil para nosotros. De verdad que lo odio.

—¿Para que quiere Zeus que yo te odie? —Le pregunto con un nudo en la garganta.

APOLO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora