CAPÍTULO SEIS

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Emma.


Miro el cielo tratando de llamar a Apolo por décima vez el día de hoy. Estoy por irme a mi día de prueba para el trabajo y quiero una opinión sobre mi atuendo, nunca creí que diría algo así, pero es que él sabe de esto y quiero dar una buena impresión.

—¡Apolo! —le grito—. ¡Baja, joder! De verdad necesito que vengas, no te hagas de rogar.

—Loca —miro a mi vecino que me mira a mí y luego al cielo antes de sacudir la cabeza.

—Pues si yo estoy loca usted es un viejo cochino, depravado, gordo, pelón y feo —le digo cerrando la ventana de golpe—. ¡Y chismoso!

—Tenia que venir antes de que hicieras algo como montarte encima del techo con un altavoz —me dice el estúpido sentado en el mueble de la sala—. Verás, el dios aquí soy yo. Yo mando y tú obedeces sin quejarte, pero si una humana quiere pedirme algo, debería probar con cierta palabra muy conocida en el mundo terrenal: "por favor".

—Apolo... ¿Por favor puedes desaparecer de mi vista? Es que no me apetece ver su jodida cara, te necesitaba, pero ya me molesté.

—Tranquila, está bien que no quieras ver a Apolo —me dice sonriendo y lo miro confundida—. ¿Qué te parece Félix?

Se desaparece unos segundos y aparece alguien totalmente diferente. Bien, este sería un buen momento para desmayarme. Tiene el cabello color chocolate, con muchos rizos, la piel tostada y los ojos verdes.

—Mucho gusto, mi nombre es Félix y seré tu fiel acompañante el día de hoy —me dice sonriendo. Casi creería que se trata de alguien más, pero tiene la misma voz—. ¿Necesitas algo de mí?

—Sí. ¿Cómo me veo? —le digo porque ya es tarde y no me apetece pasar la mañana peleando con él.

Se queda en silencio evaluando mi atuendo. Tengo unos jeans negros de corte alto, un top de mangas largas color blanco, zapatillas del mismo color y el cabello rubio suelto.

—Estás bien, pero... —Cambia el color del top a vinotinto y las zapatillas por unas converse blancas, ve mi cabello y siento un tirón cuando se ata en una coleta alta—. Sí, mucho mejor.

—¿Quieres aparecer mucha más ropa? Esto de tener ropa gratis me está gustando. —digo observando el cambio.

—¿Y es que yo tengo cara de esclavo o de tarjeta de crédito? —me mira molesto—. Y no creas que dura para siempre, andar robando tiendas es agotador.

—¡¿QUÉ?! —le grito.

—¿Y que creías? ¿Qué me sentaba a cocer y te traía la ropa? Sólo la traigo de un lugar a otro, luego la regreso.

—Eso... ¡Eso es tan antihigiénico!

—No, porque la regreso como nueva.

—¿Por qué no sólo la compras y ya? Tienes mucho dinero, según se ve.

—Sí, sobre eso... No usamos billetes o tarjetas. No pretenderás que llegue con una bolsa llena de oro y joyas para cambiarlas por ropa, ¿verdad?

—¿Y como fue que pagaste los servicios de la casa entonces? —le pregunto confundida y mira hacia otro lugar—. Apolo, habla.

APOLO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora