CAPÍTULO QUINCE

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Emma.

Llegamos a la casa y subo a la habitación, mientras tanto Apolo dice que buscará algo de comer para llevar.

Busco entre mis cosas un traje de baño y cuando lo encuentro, cierro la puerta con seguro y me quito la ropa que tengo para probar como me queda. Es de dos piezas de color negro, no tiene adornos ni nada del otro mundo, pero es extremadamente sexy y cubre sólo lo necesario. Estoy por cambiarlo por uno más decente, pero me vuelto a mirar en el espejo de cuerpo completo y me gusta, me gusta como me queda y tengo tanto tiempo sin ir a la playa y lucir algo como esto que sonrío y me digo que me veo linda y es el que usaré.

Me coloco un short de color negro y una camisa sencilla por encima del traje de baño, busco un par de sandalias bonitas y tomo un bolso para meter la toalla, el bloqueador solar y las demás cosas que pueda necesitar hoy, tomo los lentes de sol y los coloco encima de mi cabeza para ir bajando en busca de Apolo.

—¿Lista? —me llama desde el piso de abajo.

—Sí, ya voy —le digo mientras bajo la escalera y... ¡Mierda!

Está ahí, mirando por la ventana de la cocina, tiene unas bermudas negras y unos lentes de sol, no tiene camisa, repito:

 ¡¡No tiene camisa!!

—¿Terminaste de comerme con la mirada? —me sonríe divertido—. No es la primera vez que lo haces y no me quejo, es sólo que, ¿por qué no nos comemos de verdad?

—¿Ahora eres caníbal? —lo miro con una ceja alzada e ignoro el rubor en mis mejillas por el hecho de que me atrapó mirándolo otra vez—. No me va ese tipo de cosas, la verdad.

—Sabes de lo que hablo —se ríe—. Pero está bien, lo que tú quieras.

Se voltea y toma el bolso donde debe tener sus cosas, o la comida, no lo sé. Estoy por preguntarle cómo piensa que vamos a llegar a la playa en menos de cuarenta minutos, pero me toma por sorpresa cuando se acerca y coloca sus manos en mi cintura, levanto la mirada y me está sonriendo, casi escucho un coro de voces en mi cabeza diciendo: beso, beso, beso, beso. Pero las ignoro como siempre lo hago y espero a que él hable.

—Abrázame fuerte —me dice casi en un susurro— y no me sueltes.

—¿Te vas a poner romántico justo ahora? —me río nerviosa y él rueda los ojos, pero luego ríe.

—Es enserio, sólo abrázame y confía en mí.

Hago lo que me dice y entierro mi cara en su pecho... Fin, he caído. Me quedo aquí para toda la vida. Cierro los ojos con fuerza y siento que por unos segundos me falta el aire. Escucho las olas a mi alrededor y sé que ya llegamos, pero no quiero abrir los ojos aún, quiero abrazarlo un poco más.

—Emma, llegamos —me da un beso en la cabeza y ¡Dios! ¿Por qué tiene que ser tan perfecto?

Ah ya sé, porque es un dios.

Me separo de él y miro a mi alrededor. Estamos en una playa, pero está totalmente sola, somos los únicos aquí.

—¿Dónde estamos? ¿Cómo hiciste eso? —le pregunto mientras sigo mirando el lugar.

—Menos preguntas y más diversión —me sonríe antes de sacar un bloqueador solar de su bolso y hacer aparecer dos tumbonas con una sombrilla grande —. ¿Me ayudas con esto? No llego a la espalda.

Lo miro con los ojos entrecerrados porque si hizo aparecer eso, claramente puede colocarse bloqueador solar con solo pensarlo y además, ¿por qué el dios del SOL usaría bloqueador SOLAR? Pero bueno, ¿ustedes dejarían pasar la oportunidad de tocar a este hombre? Pues yo no. Así que asiento y espero a que se acueste boca abajo.

Me le siento encima y comienzo a agregarle el bloqueador por la espalda, los hombros, los brazos... Me lo quiero comer, me lo quiero comer.

—¿Y si me volteo para que me coloques un poco en el pecho? —me dice sin mirarme.

—Sigue soñando —me río porque sé que quiere decir, es obvio que si se voltea, yo voy a terminar sentada en una posición muy íntima y no, mi fuerza de voluntad me diría: Adiós, fue un placer, nos vemos cómo... ¡Nunca!

Termino con él y me levanto, se da la vuelta y me mira... ¿Qué procede ahora? ¿Será que me baño con ropa?

¡Ya basta! No seas ridícula, Emma.

Me quito la camisa y acomodo la parte de arriba del traje de baño mientras intento ignorar la mirada que me está dando, luego me quito el short y le doy la espalda para sentarme en la otra tumbona.

—¿Te ayudo? —me pregunta cuando saco el bloqueador y asiento con la cabeza.

A diferencia de mi, él obviamente no se me sube encima, sólo me aparta un poco y se acomoda sentado a mi espalda.

—Creo que no fue una gran idea esto de la playa —masculla a mi espalda—. Hubiese elegido ir a Alaska.

—¿Por qué? —frunzo el ceño.

—Porque me estás matando, Emma. Lo que es imposible, porque soy inmortal —suspira—. Allá te hubieses puesto tanta ropa como fuera posible para aguantar el frío, aquí siento que estás acabando conmigo, joder.

—No seas exagerado y apúrate —le digo ignorando la reacción de mi cuerpo ante esas simples palabras.

Comienza a colocarme bloqueador por los hombros, baja por mi espalda, sigue por mis caderas y mi respiración comienza a fallar a medida que sube un poco más sus manos por mi estómago y siento que toca esa línea donde comienzan mis senos, pero vuelve a bajarlas y por un momento quiero protestar, pero trago saliva y sigo con la mirada al frente.

—Emma —susurra en mi oído sin dejar de masajear mi cintura. ¿En que momento se volvió un masaje?

—¿Uhm? —logro pronunciar.

—Vete. Ve al agua y aléjate de mí, porque no sé cuanto logre controlarme —muerde el lóbulo de mi oreja y no sé porque no me muevo, porque no le hago caso y huyo de él—. Emma, estoy hablando enserio.

—No lo hagas, no te controles. —¿Yo dije eso? ¡Ay, joder!

—No sabes lo que estás diciendo —va subiendo las manos poco a poco, es una tortura la lentitud con la que lo hace, como si me diera tiempo de irme corriendo—. No sabes en lo que te estás metiendo.

—Tienes razón, no lo sé —le respondo en susurro y doy un respingo cuando una de sus manos se adentra por la tela de mi traje de baño y queda allí, cubriendo mi seno, pero sin moverse, como si esperara algo—. Pero me puedes enseñar. Enséñame donde me estoy metiendo, Apolo.

Gruñe y en menos de un parpadeo me voltea y me tiene sentada a horcajadas de su cuerpo, me mira fijamente antes de hablar.

—No voy a marcarte —dice y voy a protestar, pero me interrumpe—. Por ahora —sonríe—, pero eso no quiere decir que no pueda hacer otras cosas.

—¿Cómo cuales? —mi respiración es un asco a este punto.

Me sonríe con picardía y las manos que sostenían mi cintura suben por mi espalda y quitan el amarre que hice al traje de baño, la prenda cae y Apolo observa la piel que acaba de ser expuesta, siento que mis pezones se levantan bajo su atenta mirada, lame sus labios y vuelve su mirada a mis ojos.

—Lo voy a preguntar por última vez. ¿Quieres esto? —lo miro y lo pienso sólo unos segundos antes de asentir lentamente.

—Quiero esto, Apolo —aseguro.

—Lo quieres, lo tienes —me sonríe de manera ladeada y sé que esa sonrisa promete muchas cosas, cosas que yo estoy ansiosa por descubrir.













APOLO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora