~Capítulo 15

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Abordamos el navío y avisamos nuestro nuevo destino.
Todo parecía ir bien durante los primeros días de viaje, pero al llegar la noche del quinto día comenzó una gran tormenta eléctrica que alborotó las aguas durante más de 2 semanas.
Las olas rompían fuertemente contra los lados del barco, sacudiendolo brutalmente.
El timón debía ser manipulado entre 4 marinos para poder controlar la dirección a la que nos dirigíamos. Debíamos seguir hasta encontrar aquel punto azul en el cielo, la estrella de Ramandu.

Estaba recostada en mi hamaca intentando dormir un poco, cosa que había sido imposible en los últimos días. Un nuevo sacudón del barco produjo que Eustace cayera al suelo.

—Estamos perdidos por culpa de un viejo loco —lo escuché murmurar molesto

Asomé mi cabeza para verlo mejor, y lo vi disgustado levantando su libreta y lápiz del suelo.

Me levanté de repente, asustando al chico, que no se había percatado de mi presencia.

—Te diré algo, Eustace —le dije sonriente—. Vale más perderse que nunca embarcar —y dicho eso, salí a cubierta

Tavros era quien más fuerza hacía, intentando tensar las velas para que el viento siga ayudando a mover el barco.
La cubierta estaba empapada por el agua que entraba al romperse las olas a los costados, sumado a la de la lluvia. Los soldados intentaban sacarla a baldazos, devolviendola al mar.
Intenté ayudarlos, pero me enviaron bajo techo, diciendo que debía refugiarme para evitar enfermarme por el frío que pegaba contra mi pecho mojado.

Caminé como pude hasta la oficina de Caspian, intentando mantener lo más estable posible. Pero en el último minuto, resbalé por las escaleras, estrellandome contra el marco de entrada.
Edmund abrió la puerta y se reía mientras me ayudaba a pararme.
Al entrar bajo techo, Caspian me entregó una de las toallas que había en el armario, para que pudiera secarme.

De repente, entró Drinian, con su seriedad habitual.

—Estamos varados aquí, a media ración —se acercó hasta el mapa, marcando con una piedrita el punto en donde estábamos—, la comida y el agua durarán 2 semanas, máximo —nos informó—. Hay que regresar antes de que sea muy tarde, Majestad —le aconsejó a Caspian

Caspian y Edmund intercambiaron miradas de manera sutil.

—No hay garantías de que hayemos pronto a la estrella azul —dijo seriamente—. No en esta tormenta —recalcó—. Tratar de encontrar la isla de Ramandu es imposible, antes caeremos por el borde de la tierra. —añadió molesto

—¿O sino nos devorará una serpiente? —le preguntó Edmund burlando su leyenda

—Los hombres se están poniendo nerviosos —había notado el tono de burla en el rey de antaño—. Estas aguas son desconocidas —recordó lo evidente—. Nunca recorrí mares como estas —mencionó

Caspian se levantó de su asiento.

—Y supongo, Capitán, que usted quiere ofrecerse a explicar al señor Rhince, que no buscaremos más a su familia —formuló fastidiado mientras se apoyaba bruscamente contra el escritorio

—Seguiremos adelante —le dijo tomando su abrigo—. Solo una advertencia, el océano a veces juega trucos con sus mentes —nos advirtió se forma arrogante—. ¡Peligrosos! —recalcó antes de salir dando un portazo

Edmund y Caspian se pusieron a conversar sobre el tema de los alimentos. Era cierto que la comida se agotaba a pasos apresurados, y que no teníamos idea de cuando íbamos a encontrar aquella estrella.
Pero no podíamos simplemente volver en aquel punto del viaje. Ya no era solo la búsqueda de los 7 Lores, ahora estábamos buscando familias enteras.

El Viajero del Alba • 𝐄𝐃𝐌𝐔𝐍𝐃 𝐏𝐄𝐕𝐄𝐍𝐒𝐈𝐄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora