El Viajero del Alba • 𝐄𝐃𝐌𝐔𝐍𝐃 𝐏𝐄𝐕𝐄𝐍𝐒𝐈𝐄

~Prólogo

Estaba recostada en mi cama, abrazada a una almohada, intentando conciliar el sueño, cuando escuché la puerta abrirse y ví a Caspian entrar en la habitación, y sentarse en la esquina de la cama.

—¿Qué ocurre? —pregunte al verlo

—En la mañana zarparemos en busca de los 7 nobles —me respondió

Aunque entendía la importancia del motivo de su partida, no pude evitar entristecerme. Cada vez que había una guerra o debía cerrarse un acuerdo, él se iba durante días e incluso semanas, y yo me quedaba dentro del castillo esperando a que regresará.
No podía quejarme. Tenía techo y comida. Pero no conocía nada más allá de los límites del pueblo, no se me permitía salir sola a recorrer los bosques y praderas, por las dudas de que pudiera cruzarme con algún narniano testarudo que se sintiera amenazado con mi presencia o con algún telmarino que no acatará las leyes y que deambule por aquellas zonas intentando cazar alguna criatura narniana.

—¿Tú vienes o te quedas? —lo escuché preguntarme mientras apretó mi pie de manera juguetona, y se paraba a un lado de la puerta

—¿Hablas en serio? —le pregunté para asegurarme de haber oido bien. Él asintió

No podía creer que finalmente me estaba tomando en cuenta para ir en una misión importante como lo era la busca de los 7 nobles. Era la primera vez que se me presentaba la oportunidad de embarcarme junto a él.
Cada vez que le pedía acompañarlo, me respondía que aún era muy pequeña, y que lo más conveniente era que ganara experiencia entrenando en el castillo, junto a los guardias que lo defendían.

—Obvio que voy —le respondí emocionada levantandome de la cama y corriendo a abrazarlo—. Jamás me perdería la oportunidad de recorrer aguas desconocidas.

—Prepara tus cosas que mañana partiremos al salir el alba —me recordó antes de salir de la habitación

Abrí mi armario y comencé a colocar en un bolso todo lo que consideraba necesario para el viaje: Ropa, libros, linterna, mi oso de peluche, y lo más importante, el arco y las flechas que habían pertenecido a la Reina Susan.

Una vez que tuve todo listo, decidí volver a acostarme, intentando dormirme, pero la emoción era tanta que no podía hacerlo. Mi mente inventaba cientos de escenarios y aventuras distintas.