El Viajero del Alba • 𝐄𝐃𝐌𝐔𝐍𝐃 𝐏𝐄𝐕𝐄𝐍𝐒𝐈𝐄

~Capítulo 8

Unos fuertes gritos me despertaron, frente a nosotros pasaba un carro tirado por caballos, lleno de mujeres y hombres, custodiados por 2 soldados. Detrás del vehículo, había un hombre intentando acercarse a una de las mujeres que iban allí, mientras lo seguía una niña pequeña.
Aquel padre logró acercarse al carruaje y librarse de uno de ellos, pero el segundo lo golpeó en el rostro, tirandolo al suelo.

Los mismos que cuidaban la carreta, nos liberaron de las paredes, aún atados con cadenas a las manos.

Nos comenzaron a empujar, llevándonos hacia una multitud de hombres mayores que esperaban comprarnos.

A medida que nos acercábamos a la muchedumbre recordaba con detalle aquella tarde de hacia 10 años atrás.

Flashback

—Tiene 5 años, necesita ser educada pero aprende rápido —me presentó la última esposa de mi padre, Stelayna

Estaba parada sobre la mesa ratona de la sala de estar de mi casa, frente a un grupo de hombres que me miraban con atención.

Las lágrimas caían por mis mejillas, llevaba horas llorando y rogándole a la mujer que no intentara volver a venderme a cambio de dinero. Pero era en vano, no lograba convencerla de lo contrario.
Era ya la quinta vez que pretendía hacerlo. Mi única esperanza era que mi nuevo dueño tuviera poca paciencia para que se cansara de luchar contra mí desobediencia, y me devolviera con mi madrastra.

Mi precio inicial había sido de 100 monedas de oro, pero el precio seguía subiendo mientras los presentes discutían por quien se quedaría conmigo.
Estaba a punto de ser vendida al panadero del pueblo por 250 monedas, cuando el antiguo jefe de mi padre, Caspian, entró en la habitación, convirtiendo la atmósfera de gritos y discusión por murmullos bajos.

—Yo doy 500 monedas por ella —ofertó el rey

Nadie dijo nada, ni intentó ofrecer una cifra mayor por mí, resignandose a que trabajaría para él lo que me restaba vida.

—Vendida al Rey Caspian —sentenció, y los hombres de a poco iban saliendo de la sala, despidiéndose del rey con pequeñas reverencias

Stelayna me jaló del brazo y me llevó hasta él. Luego de que se aseguró que estuvieran todas las monedas, le dijo que ya podía llevarme, y que esta vez no había reembolsos.

Caspian me sonrió extendiendo su mano para que la tomara, y me pidió que lo siguiera al patio delantero.
Caminamos hasta llegar a un pequeño banquito que había fuera de la casa, en donde nos sentamos.

—Le prometí a tu padre que cuidaría de ti, T/N —fue lo primero que me dijo—. Así que en cuanto me enteré de lo que planeaba hacer Stelayna, vine a cumplir mi promesa de forma directa —apretó aún más mi mano, pero lo hizo de una manera cariñosa, dándome una sensación de seguridad que hacia tiempo no sentía—. ¿Estás de acuerdo? —me preguntó

Estaba asombrada de que me haya preguntado si estaba de acuerdo, era la primer persona en meses que estaba dispuesto a tener en cuenta mi opinión, así que asenti con la cabeza. En realidad no quería abandonar mi casa, el lugar donde había forjado los recuerdos con mi padre, pero ya no era mi hogar completamente, ya no me generaba la sensación de comodidad que solía provocarme muchos años atrás; así que no perdía demasiado yendome a otro lado.

Caspian me sonrió y se encaminó hacia un caballo blanco, estacionado junto a la entrada. Ambos nos subimos al animal, y fuimos hasta el castillo.

Fin Flashback

Acababa de ser vendida a un hombre corpulento. Me llevaron hasta su lado, y me liberaron de las cadenas. Aquel hombre tenía su cara oculta bajo la capucha de su túnica oscura. Su aspecto en general daba miedo, pero me tranquilice al escuchar su voz. Era Marcel.

—Quedate a mi lado.

Lucy acababa de ser vendida a un hombre gordo y barbón, mientras un guardia la escoltaba hasta aquel, le susurré que no temiera que en cualquier momento la salvarían.

Luego llegó el turno de la subasta de Eustace.

—¿Quién abre la subasta? —preguntó el mismo hombre que nos había raptado la noche anterior—. Anímense, señores —los incitó—. Tal vez es pequeño, pero es fuerte.

Los insultos no tardaron en llegar, comparando su olor con el del trasero de un minotauro. Si Tavros estuviera ahí no se hubieran animado a decir eso, pensé.

—Esa es una mentira denigrante —refunfuño—. Gané el listón a la higiene 2 años seguidos —añadió molesto

La subasta continuó, y una voz inconfundible en las primeras filas dijo que se llevaría al muchacho.

—De hecho, voy a llevarme a todos —exclamó Reepicheep

Los soldados comenzaron a despojarse de las ropas que los cubrían, dejando conocer sus verdaderas identidades.

—¡Por Narnia! —gritaron mientras arrojaban las ropas a los compradores haciendo que se enredasen con ellas