~Capítulo 20

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Al llegar a la isla, nos encontramos con Caspian, preocupado por su amigo.

Mientras Edmund le contaba lo que había pasado, el Dragón Eustace voló y se paró a un lado nuestro.

Movia una de sus patas, contra el suelo, e intentaba quitarse un brazalete metálico que tenía apretado en él.

—Debió ser tentado por el tesoro —supuso Edmund

—Todo el mundo sabe que el tesoro de un dragón está encantado —me reí, ganandome una mala mirada—. Bueno, al menos los que viven en Narnia —aclaré

Lucy se acercó a su primo, y con delicadeza abrió la pulsera, liberandolo de la presión. Solto un quejido de dolor, y pasó su brazo por el suelo. La chica sonrió, y tiro el accesorio lejos.

—¿Hay algún modo de transformarlo? —pregunto Edmund preocupado

—No que yo sepa —respondió Caspian

—Habría que pedírselo a Aslan —sugerí

—Si todavía no apareció, dudo que lo haga, T/N —me dijo Edmund, desvalidando mi respuesta

Caspian miró a Drinian, quien negó con la cabeza. Teníamos a Eustace convertido en dragón, y ninguna forma para revertirlo.

—La tía Alberta se va a poner furiosa —se lamentó Eustace

El dragón soltó un bufido y pisó con fuerza.

—Perdón por atacarte, muchacho —se disculpó Reepicheep—. A veces la emoción me gana —se sinceró

El grito de Tavros aviso que ya estaban los botes para emprender la vuelta al barco.

—No lo dejaremos solo —decretó Lucy

—Pero tampoco puede abordar, Majestad —le dijo Lord Drinian

—Drinian, tú y los otros regresen al barco —ordenó Caspian entregándole su espada—. Nos quedaremos hasta la mañana, y veremos que hacer —desvío su mirada hacia el dragón

Rhince se veía preocupado por la falta de provisiones en la isla y por el frío que pasaríamos pasando la noche allí. De pronto un rugido incendió un tronco que había en medio de nuestro círculo.

—¿Decías algo? —preguntó el roedor con ironía haciéndonos reír, mientras Eustace se pavoneaba por su actitud inteligente

Cayó la noche, y nos acostamos alrededor del fogón, para intentar dormir.
El cielo oscuro estaba iluminado por una franja de nubes reflejadas de colores azules y celestes, que permitían apreciar las estrellas.

—Jamás había visto estas constelaciones —dijo Edmund mirando al cielo

—Tampoco yo —añadió Caspian

—Es la constelación de Canis Maior —les dije—. Esa es Sirio, la estrella alfa—señalé el punto más brillante

—¿Cómo lo sabes? —me preguntó Caspian mirándome sorprendido

—Astrología narniana básica —nombré el libro con el que había estado estudiando a los astros

—Estamos lejos de casa —murmuró—. De niño imaginaba que navegaba hasta el fin de la tierra, y encontraba a mi padre —comentó mirando el cielo estrellado

El fin de la tierra. La nación de Aslan. Aquel paraíso al que van los narnianos de corazón luego de morir.

—Tal vez lo hagas —lo ánimo Edmund con la voz apagada

Volvimos a quedarnos en silencio, escuchando el fuego crepitar en la noche. El sueño comenzaba a apoderarse de mí.

Me desperté por los sacudidas de Gale, y los gritos de Lucy. ¿Qué acaso nadie conoce otra manera de hacerlo?.

En medio del alba, brillaba una fuerte y radiante luz azul, evidentemente notoria en el celeste del cielo.

Sin perder el tiempo, levantamos el campamento improvisado y regresamos al barco. Donde nos recibieron con bebidas calientes antes de zarpar rumbo a la Isla de Ramandu, con Eustace volando a nuestro lado.

Mientras viajábamos, me encerré en la habitación a curarme la herida. Al quitar la gasa, me di cuenta que parte de la costura se había abierto, pero por suerte, ya no sangraba.
Con un trozo de tela empapado de whisky desinfecté la herida abierta, antes de volver a cubrirla con gasas limpias.

El Viajero del Alba • 𝐄𝐃𝐌𝐔𝐍𝐃 𝐏𝐄𝐕𝐄𝐍𝐒𝐈𝐄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora