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SEGUNDA PARTE DE SEDUCCIONES PELIGROSAS.
Pasaron tres años, desde que Evee y Dominic sé casaron.
Nada es como antes, ahora ella es parte del ejército Alemán y tiene otra identidad, ya que la triada cree que e...
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Caroline.
Los disparos de Evee son exactos, pero no tanto como para salvarme. Los dos hombres que quedan, me suben bruscamente a la camioneta, me ponen esposas y observo por la ventanilla, la cara de desesperación de mi amiga, se lo que esta pensando, pero sabe que si lo hace, mi vida corre riesgo. Así que no lo hará.
Se que me encontrará y que si es necesario buscarme hasta por debajo de las rocas, lo hará. Pero no quita el temor que tengo encima, no porque me maten, eso es lo de menos, ya que soy una teniente entrenada para morir en batalla.
Pero si me temo, que me torturaran para sacarme cualquier información de mis sobrinos. No los pondría en riesgo, ni por más de que me arranquen extremidad por extremidad.
Intento zafarme del agarre del tipo que esta conmigo en el asiento de atrás, pero es más fuerte que yo y al tener las manos atadas me dificulta ser astuta y rápida.
— ¿A donde me llevan?— Cuestiono de una vez, pero ninguno responde.— ¡Respondan joder!.
— Quédate quieta, que se me está acabando la paciencia Queen.— Habla el enmascarado que está al volante.
— ¿Quien los mandó? Si creen que torturándome, hablaré, están completamente equivocados.— Hablo dandole un golpe a mi acompañante, que quería tomarme de las manos y a cambio gano un golpe que me deja inconsciente.
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Me despierto exaltada. Reparo la situación y estoy en una gran habitación. Mi mente está confusa y al incorporarme en la cama, la cabeza me duele y recuerdo lo sucedido. El pulso se me dispara cuando las imágenes de mi secuestro invaden mi mente.
¡Puse en riesgo a los mellizos joder!
Me levanto de la cama mareada, me sobo la frente con una mano y con la otra me sostengo de la pared a mi izquierda, llegando a la puerta de salida.
Tomo el picaporte he intento salir, pero como era de esperarse esta cerrada con llave. Golpeo la misma reiteradas veces y grito.
— ¡Abran! ¡Si no quieren que les patee el trasero!— Grito muy fuerte por unos minutos, pero nadie aparece.
Mi miedo avanza al pensar en que pudieron haber vuelto cuando yo estaba inconsciente y haberse llevado a los mellizos o peor, haberlos matado a los tres.
¡Joder!
Revoleo por los aires la silla que tengo al frente, logrando que se rompa en tres pedazos . Busco en toda la habitación algo que me ayude a escapar o a defenderme, pero mi búsqueda termina, cuando veo que solo estaba la silla y la puerta del baño.