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Ella bajó y saludo con timidez y educación.

—¿Cómo puedes dejar que tú criada se vista así?— cuestionó con cierta indignación una mujer —parece una cualquiera— comentó de manera atacante.

—bien Tn, te presento a Benjamin; mi hijo y a Clotilde; mi exesposa— presentó el mayor con un semblante serio.

—un gusto— se acercó queriendo tomar estrechar la mano primero de la mayor, siendo rechazada casi automáticamente por esta y con el de igual edad que ella sucedió lo mismo, es más hasta fue humillada por ambos.

—a ellos los tratarás de señor y señora respectivamente—

—agh, ni que fuera tan niña como para no entender como se trata a un superior— se quejó el adolescente que estaba junto a la mujer con aires de vanidad.

La de ojos verdosos se sintió avergonzada por como la habían tratado. Trataba de tranquilizarse puesto que solo sería un mes de estar conviviendo con el hijo de su "amo".

Los minutos pasaban y aquella señora se quedaría a desayunar y luego se iría.

El mayor mandó a Tn a preparar la mencionada comida. Cosa que hizo, medio a ciegas pues lo que ella solía desayunar en su antigua casa, era te con pan y viendo como era aquella familia debía improvisar algo más "lujoso" si no quería meterse en problemas más tarde.

Al final si le había salido bien, por suerte.

—puedes retirarte, tienes quehaceres que hacer así que comerás luego— le indicó Sebastián con el mismo tono serio.

—si, amo— afirmó llendose de la cocina habiendo dejado el desayuno servido.

Caminó hasta la lavandería, sabía que el dueño de la casa le había dejado una nota sobre los quehaceres de la casa en lo que se acostumbraba a vivir allí.

Eran unos cuántos, podría con ello sin desmayarse en el intento gracias al ayuno.

Empezó por lavar la ropa. Tuvo que averiguar por si misma cómo funcionaba aquel lavarropas que más parecía que iba a tragarse su alma en cuanto lavara la ropa. Al final (luego de leer 3 veces el manual de uso) logró utilizarlo.

Metió toda la ropa y luego de eso escuchó como alguien entraba.

—oye criada, lava esto a ver si sirves de algo— se escuchó la voz del mismo chico que antes. A la menor no le quedó de otra más que asentir y tomar la prenda, volteó y a verlo y cayó en cuenta de que era la remera del hijo de su "amo", el mismo se la había sacado justo ahí tan solo para que la de menor altura lo viese medio desvestido.

—¿Que? ¿Te gusta lo que vez, gata?— insultó acercándose intrusivamente a ella.

Ella sin decir nada volteó la mirada metiendo aquella prenda al lavarropas.

Se fue a seguir con otro par de labores del hogar, aquel chico le traería problemas seguramente.

Acabó con todo y fue a prepararse su desayuno. Té con pan como era de esperarse.

—¿Quien dijo que ya podías descansar? Te faltó ahí cri-a-da— deletreó el hijo de su patrón con un tono engreído, tirando un vaso de gaseosa al piso.

—¡Hey!— regañó (pese a los signos de exclamación, lo había hecho bastante bajo para mí gusto).

—¡pap-!— estaba por acusarla con su padre pero apenas decir eso la de cabello castaño lo detuvo diciendo que ya haría su labor con un tono temeroso.

Benjamín no se fue, tan solo se quedó con una mirada expectante a ver si la menor cumplía bien con su trabajo.

Terminó algo pronto y siguió tomando su té con pan para luego lavar el vaso y cuando volvió a dejarlo en la alacena debió ponerse de puntitas y mientras lo hacía recibió una nalgada por parte de Benjamin —estás muy desarrollada para ser una niña—

—agh, tengo 16— aclaró la joven con un tono levemente de hartazgo.

Su contrario rió —si y yo soy duque de Francia— ironizó de manera condescendiente.

—¡Tn! Ven aquí— llamó Sebastián desde su oficina nuevamente. Ella fue con algo de miedo —cierra la puerta— ordenó, orden que la menor acató. El se palmeó las piernas indicando que la ojiverdosos se sentara ahí. La de femenina figura hizo eso.

—¿Por qué Benjamin me llamaba hace rato?— preguntó con un semblante serio.

—emm no lo sé— la joven actuó con normalidad como era de esperarse.

—¿Estás segura?— su contraria asintió —escucha, si me llego a enterar de que hiciste algo mal, o lo estás molestando, ten por seguro que no dudaré en utilizar fuerza bruta— alegó palmeando los muslos de la menor.

—s-si amo— afirmó de manera temerosa.

—así me gusta, hermosa. Siempre sumisa con tu amo— felicitó dando caricias dulces en el rostro de la más pequeña sacándole una sonrisita de labios. Estaba tan cegada —ahora puedes irte— finalizó el mayor.

—está bien, gracias amo— agradeció empezando a irse. Ya se había acostumbrado un poco a llamarle así.

Salió del cuarto y empezó a hacer el último quehacer que le quedaba, barrer y trapear el piso de toda la casa.

Empezó. Se sentía un poco más cómoda utilizando su ropa normal, en vez de esa lencería erótica que el dueño de la casa la obligaba a usar. Aunque sabía que para las próximas 3 semanas debería volver a utilizarla.

 ᬽ⃠ᭃᬺ↝[мυñєqυιтα ;;🍒] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora