-1- Contando sobre mí

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¡¡Uhmm!!, de verdad eres mi delirio, tienes ese color chocolate que tanto me gusta y encima con relleno.
Pero no puedo. No debo, mis horzas me lo impiden y mi estómago me grita cómeme o te vas arrepentir.

¡Ay, qué hago!
Paso a la pastelería de la Pepa y me compro la palmera que tanto me llama la atención o mejor sigo caminando porque eso es justamente por lo que me he puesto mis mallas para hacer deporte.

Al final mejor sigo corriendo o al menos intento mover el cuerpo.
Maldita celulitis, maldigo a los fabricantes por no hacer tallas en condiciones para mujeres que estamos de buen ver.
Sigo corriendo hasta llegar a mi destino, donde por arte de magia siento como me chorrea la pitilla cuando veo a mi vecino Neil salir del gimnasio todo potente, con su pelo negro mojado, la ropa de deporte que tan bien le sienta y esa sonrisa en su rostro morenito que tanto me desarma.

— ¡Ey, Masiel!, ¿Haciendo deporte? — Cuando Neil me saluda siento que viajo a la Luna sin cohete.
El problema es que conforme subo bajo.

— Sí, aquí trotando un poco. — Qué buena soy mintiendo.
Vale, no hago deporte, no tengo motivación, y si en verdad he salido a correr solo por verlo a él. Maldita sea, porque no me abalanzo a su pescuezo y le meto la lengua hasta la campanilla a ver si lo axfisio.

En fin, que como nos conocemos desde hace años podría decir desde que mi madre decidió marcharse de crucero y conocer a hombres según ella interesantes. Según yo, es que la mujer llevaba tiempo sin que la tocara un hombre y no sabía cómo decirnos que se iba a echar el rabo al alto.

— ¿Quieres que vayamos a tomarnos unas cervezas? — Que si quiero dice el churri. Yo voy de cabeza.

Nos dirigimos hacia el bar de tapas del Manolo.
Lo bueno que tiene vivir en barrios pequeños es que te conocen y saben hasta la talla de zapatos que utilizas.
El Manolo como es habitual en él, sale con su mandil blanco de la cocina de preparar esos pinchitos que tanto nos gustan para beber una cerveza bien fresquita.
Mientras vemos el fútbol, sí. A mí me encanta el fútbol, y soy del Atlético de Madrid, mientras que Neil es del Real Madrid por eso nos hace de ser rivales en fútbol.
Precisamente hoy juegan un partido y que mejor que comenzar a pelear con mi marido del futuro sobre fútbol.
Echar la culpa al árbitro de estar ciego por no ver las faltas que hacen los del equipo contrario o meterse con lo mal que juegan los jugadores o es que el portero estaba echando la siesta y no ha visto la pelota.

Después del partido nos vamos hacia nuestras casas.
Y como todo un buen caballero Neil me acompaña hasta la puerta de mi casa.
Mentira, es porque él vive enfrente de mi pedazo piso de 50 metros cuadrados.

Un piso pequeño para una pobre mujer solitaria que busca poder cansarme con el amor de mi vida. Neil. Tan guapo, tan apañado en la cocina, tan limpio el condenado y más cuando sale a tender la ropa sin camisa.

Madreee...que me lo meriendo con Nutella.

Bueno, de ilusiones también se vive y al parecer voy a tener que conformarme con torcer las bragas.
Me despido de Neil como lo que somos, dos vecinos que se llevan de maravilla y aquí una no se atreve a confesarle lo mucho que lo quiero y nada más me haría más feliz de poder echar una pólvora con él hay to' calentitos en la cama dejando que me haga todas las posturas del Kamasutra.
De momento debo cerrar mi bocota debido a que aquí el muchacho cambia de lige de noche como de calzoncillos.
He perdido la cuenta de las mujeres que trae al apartamento, según él no quiere nada serio con nadie. Y cuando dice "nadie" yo tampoco entro en su futuro de ser su esposa o al menos que me haga feliz en la cama, tampoco pido mucho.
En fin, mejor me voy a dormir porque mañana tengo que tratar un asunto importante con mi jefe, solo espero que no me despida porque con esta crisis económica del país encontrar trabajo es una tarea difícil, más bien imposible.

Nada Es Aquello Que EsperamosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora