-8- Una fiesta nada divertida

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Tal y como habíamos hablado el día anterior, nada más llegar la hora del almuerzo fuimos los tres al restaurante de Giorgio para comentar sobre la fiesta en la que debo asistir y a decir verdad, no tengo ni idea de cómo actuar y qué hablar en esos lugares.
En cierto modo, tengo mucho miedo de meter la pata hasta el charco.
Juan Luis me comenta de qué trata ese tipo de reuniones en yates privados donde ricos empresarios discuten sobre horas sobre cómo aumentar las ventas llegando a beber un botella de whisky para terminar en compañía de bellas modelos como es el caso de Thiago Ankara, mi jefe.
Cómo no, hay que reconocer que el men está qué cruje, es guapo, talentoso con una buena billetera y un auto negro deportivo con una casa de soltero algo sosa para mi gusto.
Pero es un hombre aclamado por bastantes mujeres dispuestas hacer cualquier cosa por aumentar su avaricia llegándose a meter en la cama con ricos para incluso quedarse embarazadas para lograr su objetivo.
Hasta escalofríos me da tan solo de pensarlo porque yo no creo que se me vaya la cabeza como para hacer algo así, pienso que mi dignidad no tiene precio, porque no existe dinero en el mundo en el que pague la integridad de una misma siempre y cuando cerremos los ojos en el momento que sus palabras nos atrapen por querer obtener aquello por lo que siempre una ha soñado sin maldad pero acaba destruyendo lentamente nuestra moralidad.
Me preparo mentalmente para lo que va suceder esta noche con todo lo que me dice Juan Luis y Celeste.

De regreso a mi oficina me encuentro una caja grande encima de mi escritorio.
Asombrada rozo los lazos rojos de seda sonriendo por poder descubrir lo que hay dentro del paquete.
Lo abro despacio admirando el vestido que saco despacio hecho de la mejor tela que he visto en mi vida.
Es realmente hermoso y el color coral con un bordado de plata en la parte de arriba del corpiño lo hace aún más bello.
Llamo a Celeste para mostrarle el vestido y a Loles le mando una foto estoy tan impresionada que no me creo que haya sido el jefe quién me haya comprado este vestido.
Espero que no me lo descuente del sueldo.

- Reichel es preciso el vestido. - Celeste sigue llamándome así por mí seguridad de no ser descubierta.

Las dos admiramos el vestido como si fuera el santo de mi pueblo hasta lloro de emoción por tener por primera vez en mi vida un vestido tan refinado y precioso como éste.

-- Celeste tengo hasta miedo de ponérmelo y estropearlo.

-- No temas, yo te ayudaré con el maquillaje y el peinado tienes que lucir muy bella. ¿Has visto los zapatos y el bolso a juego? De verdad el jefe está en todos los detalles.

-- Ya te digo, hombres como estos van quedando poquitos. -- Las dos nos echamos a reír guardando el vestido y los accesorios para irme en tres horas a casa y cambiarme, no veo el momento de ponerme este precioso vestido.

Antes de marcharme de la oficina toco la puerta de la oficina del jefe muy nerviosa por cierto.
Al escuchar su voz paso con timidez cerrando la puerta despacio.
Me volteo para mirar en dirección a su escritorio donde se encuentra sentado sin su chaqueta y sin corbata.
Vaya, pues si está bueno el jefe sí, dos favores le hacía yo si aún no estuviera esperando a mi edad para que me desfloren.

-- Disculpe que lo moleste señor Ankara, solo quería agradecerle el detalle que ha tenido en regalarme el vestido, le estoy muy agradecida.

-- Se equivoca Raquel, yo no le regalado nada porque pienso que con su sueldo puede permitirse comprar varios vestidos como el que yo mismo le he hecho entrega.

-- Disculpe no me entero. ¿Tengo que pagarle el vestido? -- Estoy hecha un flan y no entiendo exactamente porqué me habla de ese modo.

-- Tómelo como un pago por las molestias y las horas extras en la que ha trabajado en el proyecto.

-- Gracias por su amabilidad. -- No creo que hablar sea necesario en estos momentos por eso me voy hasta mi oficina y agarro la caja dispuesta ha devolver el vestido a ese idiota porque simplemente no soy Raquel, y tampoco estoy dispuesta a tener que tolerar estas cosas. Seré pobre pero honrada.

Nada Es Aquello Que EsperamosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora