-9- Que alguien me lo explique

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La cabeza me da más vueltas que una noria doliendo me mucho, más todavía.
¡Menuda resaca tengo!
Pero un momento, ¿Dónde estoy?
Por mis ascentros que bebí de más anoche y me han violado y no me enterado.
Vamos las bragas por los menos las tengo puestas y el sujetador también pero dónde está mi vestido que me mata la Loles si no se lo devuelvo.

— Buenos días princesa. — ¿Orlando en calzoncillos? Hostias que buen cuerpo fibroso y musculoso tiene aquí el colega.

— Buenos serán para tí. Explícame qué hago en tu cama con este maldito dolor de cabeza.

— Obvio, bebiste mucho anoche y te traje hasta mi habitación pero tranquila yo he dormido a tu lado sin tocarte porque ojo que patadas pegas y como roncas.

— Es que no puedo respirar bien y lo de las patadas de eso no tengo ni idea.
¿Qué hemos dormido juntos? — Abro mi boca y mis ojos totalmente pasmada por la idea de haber dormido por primera vez en toda mi vida con hombre y no me enterado.

— Venga princesa no te pongas así, solo hemos dormido aunque si por mí hubiera sido te hubiera robado un beso. — Joder que romántico es este hombre, de estos van quedando contaos.

— Me ruborizas. Pero escucha, ahora mismo necesito ponerme mi vestido y poder pisar tierra firme que a mí tanto vaivén de barquito me marea.

— Primero debes de comer, y tú vestido lo he llevado para que lo limpien porque vomitaste y lo manchaste y después si quieres te acompaño hasta tu casa.

— Vale. Pero necesito algo de ropa para taparme las vergüenzas o  voy a estar como Cleopatra con una sábana liada al cuello todo el día.

— Tranquila he mandado que te traigan ropa limpia.

— ¿Será de mi talla? —Pregunto recordando el vestido de mi jefe.

— Creo que sí, he mirado la talla de tu vestido.

— Gracias por todo Orlando.

— Es todo un placer poder servirle princesa.

— Yo no soy una princesa Orlando, soy la criada de la princesa. Ahora sí me disculpas quiero darme una ducha y comer algo.

Orlando me muestra el baño y todo lo que necesito antes de desaparecer de mi vista.
Al mirarme al espejo noto que estoy más roja que un tomate, sonrío tímidamente por culpa de la manera de tratarme Orlando tan especial y tan caballerosa.
Pena que cuando baje del yate todo este cuento se va terminar.

Al salir a la habitación más limpia que la patena, miro el vestido que hay extendido encima de la cama, unas sandalias planas y un conjunto de lencería de encaje.
Será cabron, me habrá mirado también la talla del sujetador para que me haga un busto hermoso, vamos que jamás en mi vida llegaré a comprarme este conjunto que me sienta tan bien.
Me pongo el vestido y ha decir verdad me queda perfecto, me gusta y todo. Sonrío dando vueltas como una niña pequeña pero como a una no está acostumbrada a recibir estos regalos costosos mejor me relajo y dejo de comportarme como una niña de cinco años.
Espera Masiel, quieta hay parada. ¿No me habrá hecho estos regalos para tener sexo conmigo? Si es así, me quito el vestido y me voy en bragas a mi casa.

— Orlando, ¿no habrás comprado todo esto con segunda intención? — Le pregunto mientras él me observa maravillado de arriba abajo diciéndome lo hermosa que me veo.

— En absoluto Masiel. Yo no soy esa clase de hombres. Me gustan las mujeres obviamente, pero jamás gastaría mi dinero en caprichos para llevarlas a la cama. Pienso que ese tema debe ser consentido y porque se desea por ambas partes. El amor es un sentimiento Masiel, nos daña, nos alegra el corazón, se llora y siente.
No es para jugar con los sentimientos de la persona que al mirar a su cara vea ilusión, esperanza en una sonrisa para ser tan idiota como hacer que sus emociones no valiesen nada.

Nada Es Aquello Que EsperamosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora