-33- Mal ante tus ojos

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Madre mía, en que fregado me acabo de meter.
Acabo de decir que voy a quedarme embarazada sin catarlo y encima con los espermas de un hombre ya fallecido.
¡Esto es de locos! Y sinceramente, estoy como una cabra al verme metida en esta situación.

Dos días después de admitir que soy medio tonta por no decir gilipollas perdida, he quedado con Manuela para ir al hospital de fertilidad para comenzar con el tratamiento.

Un rato después de llegar a la clínica, nos recibe el doctor Erber.
Un hombre de unos sesenta y pico años que debería estar jugando al póker con cuatro amigos de su misma edad, y no estar aquí dándome a mí una charla sobre lo que va tratar el tratamiento y acojonarme como lo está haciendo y yo es que ni muevo la boca. Sólo asiento con la cabeza con obedecienda sintiendo mi cuerpo más frío que un cadáver preguntándome para mis adentros si estar en esta situación me va llevar algún lado o no.
El doctor Erber, es muy simpático, se toma su tiempo para explicarme todo y darme citas para que me vean otros especialistas y empezar con el proceso de fertilidad antes de que pueda arrepentirme.

Por supuesto, Manuela está más feliz que una perdiz mientras yo ando con mis piernas como los alambres tambaleándome.
Comemos juntas donde Manuela no deja de repetir lo agradecida que se siente conmigo por lo que voy hacer.
Mientras ella está muy sonriente medio llorando de la emoción que debe de sentir, yo estoy pensando que parezco un ternero cuando lo llevan al matadero.
El sonido de mi teléfono me saca de mis fantasías eróticas, se trata de Erica la enfermera de Lisandro. Me comenta que ha tenido una recaída y ha debido de ser hospitalizado.
Alarmada me pongo rumbo hacia al hospital junto con Manuela donde al llegar ambas tomamos la decisión de no contar nada a nadie. Será nuestro secreto.

Entro al hospital y busco a Orlando el cual está con algunos familiares, me mantengo a una distancia prudencial pero inmediatamente al verme, Orlando se acerca hasta mí para abrazarme llorando como un niño pequeño.
No digo nada, simplemente me quedo quieta buscando las palabras adecuadas para consolarlo.
Sus ojos cafés me miran con una añoranza que hasta me hace de extremecer por la desgracia que va ocurrirle a Lisandro.
Trato de darle fuerzas y quedarme a su lado todo el tiempo posible haciéndole compañía.
Manuela se marcha dejándome sola con Orlando, el cual busca una máquina expendedora para comprarme un café y ofrecerme lo.

-— Gracias. ¿Cómo lo estás llevando? —- En realidad en estos momentos una no sabe cómo formular una frase.

-— Estoy muy mal Masiel. Y lo peor de todo, es que estoy muy arrepentido por no haber escuchado a mi padre.
Me arrepiento de todo el daño que le causado por querer hacer las cosas a mi manera y lo que me mata por dentro es que se va ir sin haber hablado con él.

-— Verás como se va recuperar. Esta enfermedad es así. -— Pongo mi mano encima de la suya intentando darle ánimos.

—- Ya no hay solución Masiel. Mi padre ha entrado en la última fase, los medicos me han dicho que debo prepararme para lo peor.
Masiel, mi padre me va dejar para siempre. Para siempre. -—Orlando llora en mi hombro mientras yo acaricio su cabello llorando también.

-— Masiel, eres tan especial y tan maravillosa estoy seguro que...

-— Déjalo Orlando, ahora lo importante es que estés bien.

-— Te pueda llegar amar como te mereces. -— Sus ojos se cierran y yo me quedo observándole con una sonrisa.

Sí, soy así de romántica y boba. Como yo deben de quedar pocas. Mismamente me siento orgullosa de que al fin un hombre se haya fijado en mí como Masiel, apreciándome y dándome el amor por el que he estado esperando siempre.
Pena, que en estos momentos esté pensando en mí, quiero trabajar y obtener aquello que me merezco echándole ganas y esfuerzo.
Por eso, rechazo la última voluntad de Lisandro de dejarme al cargo de sus bienes.
Yo he comprendido que en el corazón no se manda y si Orlando ama Raquel debe ser él quien tome la decisión de quitársela de su mente y olvidar ese amor enfermizo que siente hacia ella.

Nada Es Aquello Que EsperamosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora