-24- Un giro inesperado

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Mis pobres ojos se van abriendo tan despacio que hasta miedo tengo.
Al final la luz del sol me produce dolor de vista y la cabeza me duele horrores.
Miro para todos lados, estoy sola, vestida con mi vestido de anoche arrugado y suicio.
Me pongo de pie tras dos intentos de caída en la cama para dirigirme al baño.
Como puedo intento convertirme en persona y al salir peor que he entrado me encuentro de frente al padre de Orlando.

— ¡Aaa! ¡Qué susto! — Doy un respingo al verlo parado enfrente mía tirando encima de la cama una bolsa de plástico grande.

— Aquí tienes ropa limpia. Cámbiate y baja al salón para que comas algo. Pero antes te aviso de mantenerte lejos de mi hijo. Anoche os vi en actitud cariñosa y no me agrada la idea que tengas algo con mi hijo. Por eso te traje aquí para que pudieras dormir. — Lanzándome una mira negra se marcha.

De acuerdo. Me ha quedado claro que estoy en el casoplón del padre de Orlando y no he tenido sexo, por lo cual estoy tranquila que mi virginidad sigue intacta y yo me siento como una estúpida al no recordar nada y dejarme manosear por Orlando.
Pienso de estar equivocada en seguir con la ilusión puesta de tener algo con Orlando. En el corazón no se manda y yo ando sobrando en toda esta historia.

Llamo a Donatella para reunirme con ella en el hotel en dos horas para volar de nuevo a Suiza y volver a mi hogar.
Aquí ya no hago nada, me meto de cabeza en la ducha mientras intento recordar algo, pero al parecer mis neuronas están más alcohólicas que yo.
Más limpia que la patena, me arreglo con un vestido un poco grande. Bueno da igual, al menos voy vestida que no es poco para comer con el padre y el hijo.
Llego al salón después de media hora intentando localizar el salón.
Por favor qué grande es la casa, ¿para qué querrán tener tantas habitaciones?
Llego al salón donde padre e hijo están sentados mirándose en silencio.
Tomo asiento en la silla que hay a cuatro metros de distancia del padre de Orlando, coño un poco más y necesito unos prismáticos  para verlo mejor.
Aunque con el careto que tiene mejor la distancia.

— Bueno, señorita Abara, sea bienvenida a mi hogar y espero que le guste la comida. — Este hombre me da grima, tanta amabilidad no debe ser buena señal.

— Gracias señor Prill por invitarme a su hogar y ofrecerme de comer estos ricos alimentos. Pero vamos que desperdiciar tanta comida no lo veo bien, yo con un café con unos churritos me hubiera apañado.

— Disculpe, no sabía de sus gustos.

— No pasa nada, para la próxima vez le traigo yo los churros que hace mi vecina Pepa verá como le va gustar. — Miro a Orlando y como intenta sujetar una carcajada.

— Gracias por el detalle, después me gustaría poder hablar contigo a solas.— Su mirada nada amigable me da a entender que vamos a tener guerra.

— No entiendo exactamente para qué quiere reunirse con Masiel. Ella es nuestra invitada y no me gusta la idea que se reúna con ella. — Orlando habla alto y claro con su padre hasta molesto diría yo.

— No te preocupes Orlando, estaré bien. — Le guiño un ojo para suavizar la cosa. Porque a decir verdad el ambiente está más que contaminado.

Como si estuviéramos en un entierro, sigo a Lisandro hasta su habitación de; "déjame solo que estoy trabajando".
Tiene varias estanterías llenas de libros de contabilidad, una mesa grande de madera oscura con un tallado de la época de los romanos y un sillón más duro que una roca donde toma asiento como un capitán de ejército me fusila con su mirada de viejo retirado de la guerra.

— Dígame señor Prill, ¿De qué quiere conversar conmigo? ¿De política, de negocios, del tiempo que hace? — Tomo asiento con cuidado para no arruigar mi hermosa falda que me está algo grande desafiándole.

Nada Es Aquello Que EsperamosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora