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Esta vez Aome tomo la delantera, Sesshomaru estaba más que agradecido. El –Si miras, te purificaré– no había hecho los efectos esperados. No es como si ella tuviera ojos en la nuca– se burló.

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La enredadera estaba decorada por varias florecillas rojas. Un lindo color, rojo igual sangre derramando. Pensó el yokai.

Aproximó su única mano hacia aquella enredadera para apartarla.

Pero cuando lo hizo, una flor se movió.

Lo hizo la florecita más cercana a su mano, se aproxima rápidamente hacia él para enseguida hacer visible sus colmillos.

—¡¿Que es esto!?— pregunta Aome.

—Una enredadera demonio— respondió para quitar rápidamente su mano de aquel peligroso ser.

La ramas empezaron a extenderse por todo el lugar, Aome solo miraba con la rapidez que eso pasaba. Pero no contaba con que podían atacarla.

Se sentía hipnotizada al ver como estas se movían, no sabía decir su estas fueron puestas intencionalmente para resguardar la entrada o si solo habían crecido ahí.

—¡Cuidado!— fue la palabra que la quitó de aquel estado, en solo un segundo había sido abrazada por Sesshomaru, su corazón latía con rapidez ante tal cercanía, pero afasto esos sentimientos cuando sintió un líquido escurrir por su mano.

Era sangre.

El líquido vital provenía del cuello del mayor, este tocó la herida y la afasto rápido haciendo que esta casi cayera al suelo.

—¡Sesshomaru!, ¿qué pasa?

Se sentía asustada, llevó una mano hacia su boca cuando vio que los ojos del Lord del Oeste cambiaron a un tono rojizo, indicando que no era del todo él.

Ella brincó hacia atrás cuando este le enseñó los colmillos, pasó nuevamente la mano por su cuello ensangrentado y lamió el líquido carmesí.

Aome no perdió más tiempo y corrió todo lo que les permitían sus piernas, se sentía debilitada y no pudo evitar derramar lágrimas.

Tengo que encontrar a Inuyasha. Pensó, la desesperación la hizo olvidar momentáneamente que este no debe de estar cerca, sino esperándola en la Aldea bajo protección de la anciana Kaede.

Mierda, ellos no saben que no estoy en mi época.

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—¡Encuentrala Inuyasha!— gritó el zorro mientras el hanyo olfateaba el suelo.

A pesar de haber perdido el rastro algunas veces, lo estaban haciendo bien mismo con la suposición de que la chica había estado viajando por aire.

Habían tenido la suerte de que la gata demonio la hubiera llevado una gran parte del camino.

—¿Pasa algo Inuyasha?

—No seas un perro inútil, ¿acaso volviste a perder el rastro?

—Fhe, ¿por quién me toman?, estoy oliendo sangre. Y es de Aome.

—¡Ay no!

—¡Sesshomaru! ¡El olor de aquel desgraciado también está aquí!– chilló con rabia.

—¿Que estaría haciendo el con Aome? No tiene sentido– dijo la cazadora.

—Están cerca.

No muy lejos, se escuchó una voz femenina gritar.

—¡Es la señorita Aome!

—¡AOME!

La suerte había jugado a favor de la sacerdotisa aquel día, juraba que estaba con un pie en la tumba hasta que escuchó a su amigo hanyo gritar por ella.

Ella había sido torpe y se tropezó con una rama, sintió puro terror cuando el dai yokai llegó hacia ella, listo para dar su golpe final.

Pero al escuchar a su medio hermano sus planes cambiaron, aprovechó la falta de atención de este para escapar.

—¡Shippo! Sal de aquí con Aome—. Orden que este acató casi al instante.

Esto se va a poner feo– Fueron los pensamientos del pequeño zorro.

Este ayudó a la pelinegra a ponerse de pie, se notaba pálida y temblaba levemente.

La dirigió hasta casi llegar al arroyo, No tendrá fuerza para pasarlo. Entonces decidió que lo mejor era esconderse entre arbustos.

—Aome, dime que pasó.— dijo el zorrito preocupado.

Esta quedó callada unos segundos, para enseguida explicar superficialmente lo que había pasado. Contó como Sesshomaru la encontró antes de que ella llegara al pozo y para su sorpresa pidió su ayuda, que habían acampado cerca del lugar, su herida en la pierna y de la necesidad que tenía Sesshomaru de conseguir el artefacto que se encontraba detrás de aquellas ramas protegidas por una barrera de energía purificadora.

En modo de intercambio equivalente el pequeño zorro le explicó que aquellas ramas no eran ni un poco ordinarias y eran poco los lugares donde crecían.

El efecto que genera el veneno de dicha enredadera es crear agresividad hacia algo que el individuo odiara, en este caso. Los humanos.

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Solamente Tú| Sesshome  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora