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—Me duele lo que dijo a espaldas de mí.

Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas al recordar la declaración que había dado sin darse cuenta de su presencia, se sentía horrible. ¿Tan descartable era para él? Ciertamente si se lo preguntara cara a cara lo negaría todo.

Sesshomaru solo la observaba en silencio, sin saber que decir para calmarla.

Nunca lloró cuando pequeño, pero cuando se sentía mal su madre solía acariciarle la cabeza para que se calmara. La pregunta era, ¿funciona en casos así?

Entonces acarició su cabello negro con su mano, su corazón latió con más fuerza cuando esta la miró ya más calma.

—Tonta.

Dijo, Aome se apartó de su mano cuando lo dijo.

—¡Oye!, ¿porqué lo dices?, ¿me consideras débil por estar llorando? —el no dijo nada por unos breves instantes.

—Llorar es algo de humanos. Son mucho más débiles en varios sentidos.

No lo dijo con intención de herir sus sentimientos, Aome se dio cuenta de eso.

De cierta manera le molesto lo poco que podía hacer con sus poderes espirituales. Carecía de aprendizaje.

—Te equivocas, llorar no es de débiles, porque llorar es coger aire, sacar lo que nos duele y seguir adelante— su repuesta dejó desprevenido al dai yokai, que solo la miró en silencio.
—Entonces, ¡me haré más fuerte!

Se río cuando ella le gritó, ciertamente era mejor verla hablando con un tono ruidoso por unos breves segundos de que verla llorar por un estúpido.

Aome se sorprendió por su reacción, podía esperar cualquier cosa menos eso.

—Tonta—, volvió a repetir —Descuartizaré a Inuyasha cuando lo vea, no eres un reemplazo de aquel cadáver ambulante.

—¿L-lo escuchaste?

El simplemente asintió, tuvo el impulso de saltar sobre el cuello de su medio hermano. No lo hizo al notar que la chica futurista también se encontraba escuchando.

Aome Higurashi es preciosa, a pesar de ser humana Sesshomaru sintió que de alguna manera ella es diferente. Lo había ayudado con anterioridad, el que se atreva a ponerle un dedo encima entrará a su lista negra.

Y ya tenia a alguien marcado con tinta roja.

La miko ya se encontraba mejor, cuando la vio limpiar sus últimas lágrimas se sentó a su lado. Lo siguiente que hubo fue silencio, solo iluminados por el cielo nocturno que brillaba con la luna llena y una infinidad de estrellas. También había el sonido de los múltiples animales e insectos que habitaban en aquel lugar.

Sesshomaru aprovechó la distracción de la morena y se acercó más a ella, entonces acarició su mano y susurró en su oído.

—Me voy— dijo, —mejor vuelve con tus amigos antes que te pase algo.

Aome abrió los ojos como platos, nunca pensó que Sesshomaru llegaría a hablarle así.

Cuando volvió a si apartó la mano del hombre, y se levantó rápidamente. Lo recién ocurrido la había dejado nerviosa.

Sacudió sus ropas, después se dio cuenta de un detalle:

—Mi linterna, debí dejar que se caiga en el camino— dio una risita nerviosa, —¿puedes acompañarme?, ¡por favor!— y puso sus ojos de cachorro.

Sesshomaru hizo todo lo posible para demostrar su indiferencia para responder, pero su rostro vaciló. Su mirada se asemeja a la de una niña pequeña, y eso le recordó a Rin.

—Hmp.

Caminaron cerca uno del otro, el hombre de cabellera plateada cuidaba los pasos de la miko, una de las habilidades de un inu yokai eran la de poder ver en situaciones donde la luz era prácticamente nula.

Esta vez iban lado a lado, sinónimo de que la relación que ambos tenían había crecido.

—Espera,— dijo el dai yokai dándole un leve apretón en la mano.

Aome asintió y pudo ver como este dio unos pasos más y se agachó.

Enseguida le dio el objeto que había perdido hace poco.

—¡Mi linterna!, ¡gracias!. Oh no, se quedó sin pila— apretó varias veces el botón de encendido y apagado sin respuesta. Sonrió nerviosa.

El no dijo nada, volvió a cogerla de la mano y caminaron en silencio hasta estar cerca del lugar utilizado para pasar la noche por los amigos de la morena.

Estaban lo suficiente lejos como para que no vieran al Lord de las Tierras del Oeste. El agarre de sus manos se deshizo y Aome dio un paso hacia el frente pero enseguida retrocedió.

—Gracias,— dijo dulcemente, iba a depositar un beso en la mejilla de su acompañante.

Pero el se giró justo a tiempo para atrapar sus labios en un beso.

La sujetó de la cintura y la atrajo más hacia sí. Pero al pasado unos segundos ella rompió el beso al escuchar una voz que fue reconocida.

Fue el monje Miroku.

El gritaba el nombre de la miko esperando respuesta, todos se habían empezado a preocuparse ya que ella no retornó.

Su presencia alertó al dai yokai que rápidamente se adentró en las sombras que brindaban los incontables árboles. Cuando el monje la encontró está ya se encontraba sola de espaldas, con los ojos fijos en la oscuridad.

—Señorita Aome, ¿te encuentras bien?.— preguntó, ella todavía tenía el corazón a mil después de lo que había pasado.

—Si— dijo simplemente. Luego ambos procedieron a caminar hacia el campamento.

Fue regañada por todos los demás al estar de vuelta, inclusive Inuyasha ya se encontraba de nuevo con el grupo.

—Me perdí, la linterna se descargo.

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Habían pasado un par de minutos, pero Sesshomaru ya se encontraba de vuelta. Su protegida había elegido una zona cerca de las calmas aguas del río y árboles llenas de frutas.

Ya era tarde, la luna ya no se encontraba en todo su esplendor ya que había empezado a descender para que en poco tiempo el astro rey iluminara el cielo en su lugar.

Había vuelto de buen humor, algo que no pasó desapercibido por la niña.

—¿Estará el amo Sesshomaru viéndose con alguna mujer?— dijo la de ojos marrones, haciendo memoria de cuando vivía con otros seres humanos.

—¡Niña tonta!, no vuelvas a decir cosas así del Amo.

El Lord solo los ignoró.

A los pocos minutos la niña cayó rendida, se había despertado al escuchar al pequeño yokai saludar su amo.

Cuando estuvo a solas con sus pensamientos, volvió a repasar todo lo sucedido en la noche.

–Que tonto de mi parte, es solo una humana. Debí de haber sido más astuto.

Debió de haber sido inevitable, sus sentimientos siempre habían sido inalterables, una parte de él que ni siquiera conocía a la perfección.

Contempló la luna. Esta noche mostraba su fase completa.

–Me he enamorado de ella.

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Solamente Tú| Sesshome  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora