15.

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Lo miró con todo el odio del mundo cuando la miko lo vio y le sonrió.

—¡Hola Higurashi!— dijo en un tono que sonó demasiado amigable.

—Hola Hojo... dime, ¿qué te trae por aquí?— preguntó, nerviosa. La tención estaba presente en la entrada de la casa.

—Oye Higurashi, ¿ahora se puso de moda tener a cosplayers en los templos?— bromeó, pero la mirada asesina de Sesshomaru no lo hizo.

Aome solo ríe en respuesta, pasó su mano por la nuca haciendo que su peinado lentamente se deshiciera.

Los dos la miraron contemplando su belleza, su amigo de la época moderna la miró embobado por un instante, con mejillas sonrojadas y un brillo especial en los ojos.

Por otro lado Sesshomaru había vuelto a su típica faceta neutral, pero esta vez sin su gélida mirada, sus pozos de oro que tenia por ojos estaban tranquilos, contemplándola en secreto.

Pudo haberle quitado el kanzashi en aquel momento, cuando se le cayó a la morena y sus reflejos lo agarro antes de que tocara el piso. Pero no lo hizo, ¿por qué? Ni el lo sabía.

Lo único que quería en aquel momento era que ella dejara de lado al humano y se concentrara solo en él.

Algo que logró cuando sus miradas se cruzaron y el roce de sus manos.

Hojo, el pobre estaba de portavelas.

Para su suerte Sesshomaru tomó la compostura y soltó su mano dejando la pertenencia con la morena.

Se sentía avergonzado, para el colmo un simple humano; un tal Hojo había presenciado todo.

Pero no podía arrancarle las tripas, no todavía.

Caminó unos pasos quedando de espalda a los dos, no quiso mirar pero si lo escucharía.

—Esto es para ti, supe que estabas enferma y que por eso faltaste a clases. Hoy en la salida desapareciste así que no me dio tiempo de entregartelo.

La bolsa de cartón contenía algunos remedios caseros, después de agradecer por el regalo charlaron un poco sobre los exámenes y después se retiró sobre su bicicleta.

Sesshomaru no volteó ni una vez en todo el momento, tenía su puño encerrado que estaba blanco por la fuerza, sus garras habían clavado su palma; pero eso no le importó.

Había temblado de la rabia cuando el chico se despidió de él llamándolo cosplayer y le dijo lo increíble que se veía su trabajo.

Cuando Aome cerró la puerta vino su primera pregunta.

—Quién es él y porqué te trae regalos.

Había aprendido de manera no muy agradable que cuando un hombre da regalos a una mujer es porque está interesado. Y eso lo molesto mucho.

—Es solo un amigo del lugar donde estudio...

—Dijo que estabas enferma— le cortó

Lo que no era verdad.

—Bien..., es complicado asistir a clases y buscar los fragmentos al mismo tiempo.

Usó un tono tímido, curiosamente. Sólo lo usaba con él, algunas veces tartamudeaba o decía las cosas sin demasiada confianza.

Lo que había sentido, él habia intentado matarla en un pasado no muy lejano. Era obvio que no le tenía demasiada confianza principalmente cuando estaban solos, era peor todavía desde que le entregó el sujetador de cabello como regalo.

Dio un suspiro, —Me voy—, dijo; y volvió a subir por las escaleras.

—¿Por qué subes? ¡estabas en frente a la puerta!

Cuando sintió sus pasos detrás de él Sesshomaru empezó a subir las escaleras más rápido. Aome saltaba de dos en dos los escalones.

Llegó a la habitación y observó el desastre que había causado en tiempo récord. Desde siempre había intentado ser lo más organizado posible ya que mismo que le preguntara a su madre donde estaban las cosas esta nunca respondió.

—M-me...— tomó un poco de aire, —me disculpo por el desorden.— dijo finalmente.

Aome habia llegado a tiempo para escucharlo, el se había agachado y recogido un libro.

Leyó la portada en voz baja para enseguida leer la capa trasera.

Aome había estado guardando sus pertenencias más personales y ni se dio cuenta.

Solo se quedó unos minutos más y después salió por la ventana en dirección al pozo, Aome se certificó de que no hubiera ido a algún otro lugar para después sentarse en su silla frente al escritorio.

—Bien, ese trabajo no se va a entregar solo.

Sabia perfectamente donde había dejado su libro, ni en sueños sus amigas podían enterarse de su existencia.

Se les había encomendado un trabajo que consistía en leer un libro en inglés y después resumirlo.

Pero en su casa no había nada interesante, hasta que encontró un libro en japonés que curiosamente tenía la misma portada que otro en la biblioteca pero que estaba en inglés.

Y que terminaron siendo el mismo, ahorránle el trabajo a nuestra protagonista.

Ahora solo tenía que leer el capítulo final en japonés y persuadir a alguien que la ayudara a traducir su resumen y el trabajo estaría listo.

Estaba entre los libros de literatura y matemáticas, ambos del año pasado. Siendo tapado otra vez por el libro que había elegido en la versión inglesa.

Quitó cuidadosamente el libro que tapaba el agujero de la cómoda protegiendo a los demás.

Pero el libro que buscaba ya no estaba más ahí.

Dió un grito de frustración y se tapó la cabeza con las manos. Su libro desapareció y no sabia adonde lo habia metido.

Empezó a buscar por toda la habitación, ¿lo había llevado a la época antigua? No se acordaba, ¿su mamá lo encontró y decidió recuperarlo? Podría ser.

Bajó lo más rápido que pudo a la cocina a preguntarle a su progenitora si había visto la novela que hasta el motivo le había estado salvando el semestre.

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Pasó a la siguiente hoja, la novela había empezado de manera agradable para Sesshomaru; con acción, violencia y hasta una encena de tortura.

Estaba de lo más feliz con los gustos de la miko hasta que la pequeña niña se sentó a su lado curiosa.

Intentó leerlo, pero el mayor alzó más el libro de modo que no pudiera hacerlo.

Se había sentado bajo la sombra de un árbol mientras su protegida y el pequeño yokai habían salido en busca de alimento.

Trajo consigo la novela que había encontrado en la habitación de la sacerdotisa, pensando que no le haría falta ya que tenia dos. Uno estaba en un idioma que no logro entender pero supuso que la miko si.

Hasta ahora hablaba de un tal rey dragón que fue castigado.

Cerró el libro y dio un suspiro mirando hacia arriba, entre las hojas y ramas del árbol el sol penetraba iluminando su blanca piel.

—Señor Sesshomaru, ¿por qué suspira tanto?

Preguntó la pequeña.

Y por primera vez en mucho tiempo, no lo sabía.

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Solamente Tú| Sesshome  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora