🍁 26 🍁

290 68 111
                                    


Sentir atracción no es amor.


Solo una caricia.

Un sutil toque de su boca.

Una gentil fricción sobre mis labios.

Y sin embargo, eso es lo bastante fuerte como para tumbar cualquier pensamiento negativo que ronde en mi mente, y solo me concentre en él. En su boca, en su aroma, en las sensaciones.

Ahora sus labios se apoderan con un poco más de ahínco, sin ser invasivo, como si tratara de darme tiempo a reaccionar y alejarme. Pero es lo último que deseo. Cuando siento su mano ascender hacia mi nuca, y acercarme más, por instinto subo las mías por sus antebrazos, reafirmando así que no me alajaré, que quiero esto, aunque es algo más para mí misma.

Nuestro contacto se profundiza con cada roce, al igual que nuestras respiraciones delatan lo que este momento nos provoca.

La boca firme y suave de Beltrán se torna en cada instante más intensa, y la mía con vida propia, le responde sin remilgos. Ningún mal pensamiento se entromete, y no sé si preocuparme, o simplemente…

oh Dios… su lengua.

La calidez de su toque, hackeando mi sistema central, solo dejando un deseo ardiente en mi cuerpo.

Fuerza y sutileza en su tacto. Curiosidad y satisfacción de mi parte. Nos besamos durante un rato, y en todo momento Beltrán no se extralimita, hace exactamente lo que dijo con anterioridad, su respeto hacia mi ante todo. Y aunque probarlo con mis labios, me tienta a más, agradezco que no avance de allí, ya que no creo ser capaz ahora de dejar ir esto ahora más allá.

Con lentitud se va retirando, rompiendo así con la conexión, dejando salir un suspiro.

Respirando con dificultad, lentamente abro mis ojos para mirarlo. Su expresión, su mirada dilatada y el negro brillando con un ardor que reaviva mis nervios, antes adormecidos por su boca.

— ¿Puedo confesarte algo? —su voz es un murmullo ronco, que hace mi piel hormiguee.

— ¿Aún más? —bromeo bajito, sonriendo jocosa.

Rie entre dientes.

—Había querido hacer esto desde esa noche que mi chingada bicicleta y yo, te chocamos.

Dejo salir una carcajada ante su comentario.

— ¿Ah sí? Y yo que creía que querías que me bañara con las sales gruesas y el vinagre de manzana —expreso suspicaz.

Echa la cabeza hacia atrás, dejando escapar una risa jubilosa, contagiándome de inmediato.

—Estabas tan enojada, que fue lo que entendiste. Y te juro que aunque no quise, porque te habías lastimado, me reí el resto del camino a mi casa.

Reímos juntos por aquello. Imaginádolo.

—Todavía no puedo creer haber reaccionado así. No suelo ser grosera. —Admito sacudiendo la cabeza.

— ¿Me tengo que preocupar por causar tales efectos? —plantea divertido.

—Depende… —digo a mi vez.

— ¿De qué?

—De si vuelves a chocarme. —Expongo con expresión divertida.

—Voy a tratar que no sea tan seguido. —Me rio rodando los ojos. —No prometo nada… ya que te veías muy linda así. —Muerdo mi labio inferior, al tiempo que él pasea sus yemas por mis mejillas. —Me encantan tus pecas.

Díselo A Tu Corazón © (Libro 1) Retos Al Corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora