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Refugio






Luego de hacer el check-in correspondiente, me dirijo a uno de los bares que hay en el aeropuerto. No he comido nada desde el día anterior, y aunque no tengo mucho apetito, sé que me afectará durante el viaje, ya que no suelo comer en el avión.

Hago mi pedido a una amable mesera, mientras vuelvo a encender el teléfono.

Apenas toma señal, más llamadas perdidas entran. Entre las que se encuentran las de mi padre, de Clarissa y obviamente de ellos. También hay de mi tía, de Leonor; la esposa de mi padre, y Víctor, que seguramente llamó cuando despertó y no me halló en su piso.

La mesera se acerca trayendo lo que ordené. Le doy las gracias, me sonríe amable, y se retira.

Dejo el celular a un lado luego de quitarle el sonido.
Como un poco de la tarta de manzana que pedí, y le doy un sorbo al Capuccino, cuando mi celular comienza a vibrar en la mesa, lo miro como si fuera la peor cosa del mundo. En cuanto veo el nombre de mi primo en la pantalla, suelto un suspiro, y decido responderle.

—Hola.

— ¿Así que esto es lo que recibo, despertar y que ya no estés? ¿Qué, ni siquiera un adiós merecía? —reclama, y con justa razón.

—Era lo mejor, créeme.

— ¿Lo mejor para quién? Solo para ti.

—Perdóname ¿Sí? tienes toda la razón en estar molesto. Tal vez no fue la mejor manera. Pero los dos sabemos que hubiera sido complicado. A ninguno nos gusta las despedidas, aunque esto sea algo pasajero. —Intento justificarme.

Lo escucho bufar y rezongar. Sin embargo, termina lanzando un suspiro de resignación.

—Reclamarte algo ya no sirve de nada— dice confirmando lo que supuse — Eres una malvada, pero ya te fuiste, ¿Qué más puedo decirte?

— ¿Que me quieres, y me extrañarás tanto como yo a ti? —digo suavemente sintiendo ya el nudo en la garganta.

—Hago ambas cosas, aunque no lo merezcas ahora —suelta en tono ofendido. Le sonrío aunque no pueda verme—. Te extrañaremos mucho, ranita.

Mis ojos se empañan.

—Dile a mi tía que no se enoje, que estaré bien, y que la adoro muchísimo. Que cuando menos lo espere estaré de regreso —le pido llorosa.

—Estará inconsolable —Su voz es una mezcla de queja. 

—Lo sé —expreso culpable. — Pero sé también entenderá que esto para mi es vital. Lo que provocó todo esto es... —ejo de hablar, atravesada por la angustia.

—Lo sabe, de hecho, no estoy seguro de qué les hará cuando le diga que te fuiste.

Juego con la cuchara, ensimismada.

Hablamos otro rato antes de despedirnos, me hace jurar por todo lo sagrado que lo llamaré contínuamente, de lo contrario, no habrá Dios que me salve de su ira.

Eso consigue que una risita se me escape.

Media hora después, subo al avión, que me llevará rumbo a mi nuevo refugio.

***

Paso dos días en la ciudad de Buenos Aires antes de llegar a mi destino final. Allí, en la capital del país, recorrí varios puntos que siempre había querido conocer. Entre ellos uno que significó mucho en la vida de mi familia materna. La casa donde vivieron, donde mi madre a quien no llegué a conocer; creció.

Díselo A Tu Corazón © (Libro 1) Retos Al Corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora