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Desconocidos

Abono mis compras minutos después. Y aunque creí que no era mucho, no tomé en cuenta mis demás bolsas. En el momento que retiro de los lockers las mismas, me doy cuenta que compré como si tuviera vehículo. No lo había pensado y ahora tendré que buscar la manera de poder regresar con todo sin perder nada en el camino.

Salgo al exterior buscando impaciente algún taxi u otro transporte. Comienzo a caminar hacia la otra esquina, tal vez allí pueda conseguir cómo llegar. Pero unos metros bastan, para que empiece a sospechar que no lo lograré, ya que percibo una de las bolsas comenzar a pesar más que las otras. Es la que tiene la botella. Al mirar compruebo que la empleada colocó el tequila con otras latas pesadas en una bolsa demasiado delgada. Se romperá, y eso provoca que mi buen humor se esfume.

» ¡Genial! «

— ¡Eloísa! —escucho a mis espaldas.

Giro en redondo, y ocurre. La manija se desprende y todo, cae al suelo.

— ¡Maldición! —suelto indignada.

Me agacho de prisa para qué, cuando la botella caiga no lo haga desde mi altura y se rompa sin más. Por suerte, no le pasa nada.

—Esperá, te ayudo. —Beltrán se detiene frente a mí, se inclina y deja sus propias compras en el suelo.

Sin esperar comienza a recoger lo que se ha salido de la bolsa. Resoplo molesta al no darme cuenta que esto podría pasarme. Y más porque llegue caminando hasta aquí, ¡en qué pensaba!

Cuando acerco mi mano al tequila, sus largos dedos lo toman tambíen, rozando apenas los míos, que retiro de inmediato. Alzo entonces mi rostro, encontrándome su  mirada y su sonrisa afable.
Instintivamente me echo hacia atrás.

—Gracias. —Murmuro en automático.

—De nada. Dame algunas cosas así te ayudo, y guardamos esto ahí. —Propone extendiendo su mano.

—Te lo agradezco, pero no…

—Te llevo. Ya ibas para la casa, ¿no? —Me corta antes de que pueda terminar de hablar.

Lo observo por un momento.

—Sí, ya iba de regreso, pero… ya ves. —Señalo las cosas frustrada.

—Por eso, dejame que te ayude.

—No te molestes, de verdad. Solo dime dónde puedo conseguir un taxi —Pido apuntando a la calle.

—No suelen pasar por acá, y la remiseria está a dos cuadras. —Indica detrás de mí.

— ¿Remiseria? —Repito curiosa.

—Es un servicio parecido al taxi.

—Como, ¿Uber? — Ejemplifico.

—Sí, algo así. Pero no es una app. Haceme acordar que te dé el número de un amigo que es remisero. Para cuando quieras volver a salir. —Repone con amabilidad.

Asiento, mientras lo veo levantar todo.

—De verdad, no tienes que hacer esto.

—Sí tengo. —Dice con firmeza. — ¿Vamos? Tengo la camioneta por allá —apunta con el mentón, agachándose por sus cosas.

Sin esperar a que diga que acepte, se echa a andar en esa dirección. Contrariada, lo sigo.

Cruzamos la calle hasta llegar a una 4X4 negra. Abre la parte de atrás que a su vez está cubierta por una especie de lona y allí coloca las bolsas. Le entrego las que aún cargo, y también las pone ahí.

Díselo A Tu Corazón © (Libro 1) Retos Al Corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora