🍁 15 🍁

267 71 59
                                    

Pequeño intruso

Mientras observo a mi pequeño intruso, acurrucado contra el árbol; contemplo mis opciones que son básicamente: ningunas.

¿Qué se supone que haga?
No conozco a nadie aquí, ni siquiera he visto a mis nuevos temporales vecinos. No tengo idea de dónde pudo haber salido este niño. Y por si fuera poco no ha respondido a ninguna de mis preguntas.

Espera... tengo una opción, después de todo. Y no requiere que corra, gracias al cielo, ya que el dolor se intensifica por cada segundo que estoy aquí parada frente a esta... inusual visita.

Deslizo mis dedos por la pantalla de mi teléfono y llamo a la única persona que puede ayudarme.

— ¿Elo?

—Am, hola Maia disculpa que te moleste pero...

— ¡Ay Elo! Perdoname, no puedo hablar ahora. Se nos presentó algo y... después te llamo, ¿sí? —su voz agitada y preocupada me alertan.

— ¿Estás bien?

—No, la verdad que no —suspira —Tomás, mi sobrino... no lo encontramos por ningún lado. Salió de casa y... no está donde pensábamos. —Escucho una voz de fondo, y sé que es su hermano.

Fijo mi mirada en el niño.

—Maia, tu sobrino ¿tiene pantalones azules, una camisa celeste y cabello oscuro?

— ¿Qué? ¿cómo...? Sí, sí. Así está vestido, pero vos cómo...

—Porque lo estoy viendo. Está aquí, en la casa. Precisamente en el patio trasero.

— ¡¿En serio?! —exclama. Le habla a alguien, algunos murmullos exaltados y luego... —Eloísa, por favor, tenelo ahí que ya vamos –es Beltrán.

Ante su tono de preocupación, hago una mueca.

—Tranquilo, aquí estaremos.

Corto la llamada y trato de mantener el peso en mi pierna buena.

—Así que... ¿te gustan las travesuras? —digo mirándolo y suavizando mi expresión.

No dice nada. Permanece quieto, sus ojitos negros fijos en mi rostro, algo tenso. Intento sonreírle para intentar infundirle confianza.

—Cuando éramos niños, mi primo y yo una vez nos escondimos de mi tía y mi abuela en el hueco que había en un gran árbol en el parque al que nos llevaron. Nos divirtió cuando no nos hayaban... sin embargo, a ellas no les hizo mucha gracia. No después de buscarnos hasta debajo de las piedras, se preocuparon mucho—rio un poco ante el recuerdo. —Pero nos dejó de divertir cuando nos atascamos allí y algunos bichos nos comenzaron a caminar por las piernas, fue realmente aterrador, así que supongo que merecimos el castigo —sonrío cuando pienso la desesperación que nos invadió.

No sé porqué le cuento esto. Aun así, el hijo de Beltrán no emite sonido alguno. Solo me observa con el rostro serio. Me evalúa, diría.

— ¡Elo! —escucho la voz de Maia.

Volteo a verla. Beltrán la sigue, y en cuanto ve a su hijo pasa casi corriendo hacia él.

—Hola —la saludo a ella, que llega hasta mi.

—Hola —suelta el aire pesadamente. —No tenés idea el susto que nos llevamos. Lo que todavía no entiendo es, ¿qué hace acá? —lo mira con alivio.

Dirijo mi atención de vuelta al padre y al hijo. Y me quedo congelada al ver a Beltrán hacer señas a Tomás.

Pero no son señas cualquiera, le habla... lo reprende, pero con tranquilidad, con cariño.

Díselo A Tu Corazón © (Libro 1) Retos Al Corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora