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Tanto

Después de diez días alucinantes y llenas de buena energía, donde no solo conocí lugares preciosos, sino también personas increíbles; regreso con plena satisfacción a la casa. Agotada por las actividades, pero con el alma en paz y llena de curiosidad por ver más, ingreso soltando un largo suspiro.

El ambiente cálido en contraste con el frío que cargo por el clima afuera, hace que mi cuerpo se estremezca de alivio. A pesar de ello, el sol se comportó, entibiando los momentos. Dejo mi bandolera en el sillón, y subo rápidamente a la habitación para tomar una ducha caliente que expulse el frío que aún persiste en mi sistema.

Veinte minutos más tarde, abrigada y con los músculos relajados, entro a la cocina a revisar qué tengo para comer. Encuentro rodajas de pan que de inmediato pongo en la tostadora, mientras pongo agua a calentar para hacerme un café. Saco de la heladera la mermelada, y manteca que compré días antes. Coloco todo sobre la mesa, y paso a buscar mi teléfono que no revisé por al menos unas horas. Es impresionante lo que uno llega a depender de un aparato tan insignificante, cuando no está viviendo una aventura como la que tuvimos hoy, me doy cuenta. Antes vivía pegada a él como si fuera una extremidad más añadida a mi cuerpo, los últimos días apenas y lo utilicé para lo esencial. Hablar con mi primo, con Maia, con mi hermana… porque sí, le di el número además de mi ubicación, se lo ganó luego de nuestra última conversación. Si hay algo que quiero aprender a hacer, es dejar de lado los resentimientos… Y este es un paso.

Por supuesto, mi otro motivo, por el cual ahora necesito tener mi celular cerca, es porque Beltrán prometió llamarme.

Desde nuestra cita, no hemos hablado. La razón: tuvo que viajar por trabajo, me había avisado al día siguiente. Maia tampoco se presentó estos días, sin embargo ha estado pendiente de mí. Cosa que hace la aprecie aún más. Aunque sinceramente, la eché de menos. 
Su algarabía y buena vibra, son una grata compañia.

Cuando tengo todo listo, me siento y disfruto de mi infusión. Unto la mermelada y manteca en las tostadas, mientras escucho música que decidí poner en mi momento relax.

Luego de unos minutos, la canción que comenzó, se detiene para dar paso al tono de llamada entrante. Miro la pantalla, y cuando veo su nombre, mis manos se humedecen y mi saliva se espesa.

Tomo aire antes de contestar.

—Hola. —Atiendo, acomodándome el cabello húmedo.

—Hola Eloísa, cómo estás. —Su voz llena el auricular, y así también, mis sentidos que despiertan alertas.

¡Y es solo su voz!

—Estoy bien, ¿y tú?

—Bien también, gracias. ¿Cómo te fue hoy?

—Genial, simplemente genial. Con muchas ganas de conocer más lugares. —Comento con voz alegre.

—Eso es bueno, te aseguro que hay mucho que no te podés perder. —Dice, y a continuación se aclara la garganta. —Y hablando de eso, se me ocurrió algo para una segunda cita, si todavía tengo esa oportunidad.

Siento mis mejillas arder al oírlo. Dios, lo que provoca, y eso que no lo tengo frente a mí.

—No veo porqué quitártela. —Esbozo una sonrisa divertida.

Rie. Me encanta que lo haga.

—Buenísimo —suena complacido. —Decime, ¿te gustan las sorpresas? —inquiere de pronto, sembrando intriga.

—Uhm, sí… ¿por qué, tienes una?

—Puede ser —su tono se tiñe de misterio. Rio jovial ante eso. —No es gran cosa, pero sí. ¿Me vas a dejar que te sorprenda? Prometo que es bueno… eso, si no tenés problema en que seamos solos vos y yo.

Díselo A Tu Corazón © (Libro 1) Retos Al Corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora