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Puro frenesí



A la hora acordada, salimos de la cabaña rumbo a un restaurante que conoce y asegura es el mejor en todo Aluminé. A pesar del clima helado en el exterior, me mantengo sumamente contenta por nuestra salida. El lugar cada vez me gusta más. La tranquilidad que se percibe y respira aquí… no la había conocido en ningún otro sitio. Si pudiera escoger otra parte del mundo donde vivir, podría ser esta sin duda alguna.

— ¿Está bien la calefacción así, o querés que lo aumente más? —Me pregunta Beltrán luego de unos minutos de viaje.

—Esta bien así, gracias —Le sonrío agradecida.

Sus ojos se encuentran con los míos un instante, luego los desplaza hacia abajo por mi anatomía, sonriendo de esa forma seductora que espabila mi sistema.

— ¿Ya te dije lo linda que sos? —expresa con ligereza.

Muerdo mi labio inferior, negando con la cabeza, avergonzada.

—Bien, porque me quedaría corto. Sos y te ves… preciosa. —Declara provocando mi cara comience a arder.

—Gracias Beltrán, pero no sigas, porque me estallaran las mejillas —le digo colocando mis manos un poco frías en mi rostro.

Ríe animado, guiñándome pícaro.

Inevitablemente termino riendo ante su graciosa expresión.

Miro por la ventanilla, buscando contener el impulso de besarlo.

Varios minutos después, llegamos a nuestro destino. Bajamos de la camioneta, y lo espero, acurrucándome en mi abrigo. La temperatura ha bajado más aún, me doy cuenta, ansiosa por entrar al cálido lugar.

— ¿Vamos? —Dice una vez junto a mí, extendiendo su mano enguantada. Saco la mía del bolsillo de mi tapado, dejando su calor envuelva mis dedos. —No tenés guantes —observa con desaprobación.

—Los olvidé. —Respondo acercándome más.

Su agarre se afianza, pero sin ser tan fuerte.

—Muy mal… muy mal —musita meneando la cabeza.

Solo sonrío y me dejo llevar por él hacia el interior del restaurante.

Una vez dentro, suspiro por lo bajo ante el calorcito que nos recibe. Rápidamente somos atendidos. Nos ofrecen guardar nuestros abrigos, luego de entregárselos al empleado, somos guiados hacia una mesa en el centro. Allí, el mozo nos entrega los menús, y nos pregunta qué vamos a beber. Yo pido vino, mientras que Beltrán solo una Seven-up.

El chico asiente con una sonrisa, y se aleja para traer nuestras bebidas en tanto nosotros revisamos la carta.

—Tengo tanta hambre que pediría un cordero entero solo para mí —comenta con gracia.

—Ídem —digo leyendo las opciones. —Todo suena delicioso, que pediría cada plato.

—Hacélo, yo te acompaño.

Retiro mi atención de lo que leo para fijar mis ojos en él.

—Sería una locura —manifiesto divertida.

— ¿Y qué? —se encoge de hombros. —Qué es la vida sin locura. Hay que probar todo lo que uno quiera mientras pueda, decía mi viejo —Dice mirándome suspicaz.

Estrecho mis ojos, sonriéndole animada.

— ¿Lo dices en serio? —asiente seguro. —De acuerdo, pero con una condición.

Díselo A Tu Corazón © (Libro 1) Retos Al Corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora