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Añoranza


Los días comenzaron a pasar y poco supe de Eloísa. Ocasionalmente enviaba algún mensaje o fotos, pero no para que supiera que estaba bien o contarme cómo le estaba yendo (a diferencia de la vez anterior). Lo hizo porque Tomás se lo había pedido.

Obviamente no esperaba que las cosas siguieran igual entre nosotros después de lo que hablamos, pero, si digo que no me afecta; estaría siendo un mentiroso.

Es increíble como llegás a extrañar a alguien que apenas conocés, con la que apenas has compartido algunos momentos, pero esos fueron suficientes para enseñarte lo especial que es.

Tratando de no pensar más en lo que sería posible si ella no se fuera, continué con mis rutinas, sin embargo no sale de mi cabeza. Y es peor cuando acaba el día  y me encuentro solo en las noches, recordando su besos, su piel, su risa. Hasta ahora no me había detenido en eso, en lo solo que estuve todo este tiempo. Me enfoqué en que Tomás estuviera bien, equilibrar mi trabajo con mi labor de padre. Que no se sintiera de nuevo relevado a un segundo plano. Que se sintiera contenido, acompañado; dejando de lado mis propias necesidades. Y es que no podía pensar en otras cosas, menos en una mujer en ese sentido. Ahora… habiéndola conocido este tiempo es que me lo planteo.

Muevo la cabeza de un lado a otro, alejando esos pensamientos. ¿De qué me sirven?

El timbre de mi celular logra sacarme de mi estúpido estado y regresar a mi oficina. Lo agarro, cuando veo de quien se trata, frunzo el ceño. Pensando en si atender o no, porque no quiero arrancar la mañana de mal humor. Pero no puedo ignorarla, hoy tiene que ver a Tomás y tal vez haya pasado algo por lo que me llama.

Más le vale y no sea para provocar un problema.

—Hola Ayelen. –Atiendo vencido.

—Ah, hola Beltrán. Buen día. —Responde vacilante.

— ¿Qué necesitás? Estoy trabajando. –Digo cortante.

—Sí, ya sé. No te voy a sacar mucho tiempo. —Dice con voz calmada, muy diferente a otras ocasiones. –Necesito hablar con vos, que nos veamos si es posible.

— ¿Vernos, para qué? Ayelen, lo que sea que quieras me lo podés decir ahora. Aunque desde ya te digo que si es por el horario y las visitas, es tu abogado el que tiene que…

—Es sobre Tomás, Beltrán. —Me corta, quedándome callado. –Quiero pedirte un favor y pensé que podríamos vernos para hablarlo mejor. –Expone, dejándome intrigado.

—No puedo, ¿qué favor querés?

—Beltrán. ¿Podemos charlarlo como los padres que somos de Tomás, sin que hayan intermediarios? Por favor.

Contrariado por el tono en su voz, y por eso que quiere pedirme, cierro los ojos pensando qué hacer.

—Esta bien. —Accedo finalmente. – ¿Cuándo?

— ¿Hoy podés?

—Voy a tratar de salir temprano, pero no prometo nada. Te aviso a qué hora.

—Dale sí. Muchas gracias.

—Chau.

Corto la llamada sin esperar oír nada más, quedándome pensativo unos minutos.

¿Qué favor querrá?

         *       *      *
                                 *     *     *

Horas más tarde, sin haber podido safar de algunos pendientes, le envio a Ayelen un mensaje para quedar con ella en el bar que tenemos con Luciano. Simultáneamente le mando otro a él, avisándole que voy para allá y que ella también irá.

Díselo A Tu Corazón © (Libro 1) Retos Al Corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora